San Alfredo Ottaviani
Obispo. Doctor. Secuestrado por la Gran Logia Judeomasónica vaticanista. Ígnea Columna de la Ortodoxia Católica y Protector de la Santa Sede Palmariana.
Nació en Roma, Italia, el día 29 de octubre de 1890.
El Santo Cardenal Alfredo Ottaviani, estuvo siempre al lado del Papa San Pablo VI, Mártir del Vaticano. Fue el gran defensor de la Ortodoxia Católica y de la Santa Tradición, combatiendo con energía los planes heréticos de la logia vaticana judeomasónica, a la que pertenecían cardenales, obispos, sacerdotes, etc., que fueron los verdugos de San Pablo VI. Entre estos masones, destacaban los cardenales Juan Villot, Juan Benelli, Sebastián Baggi, Poletti y Casaroli. Estos perversos falseaban la firma del Sumo Pontífice y daban a conocer documentos falseados. Los masones y otros herejes infiltrados en la Curia Romana llegaron al colmo de destruir la Misa auténtica, cambiándola y suplantándola por la herética misa, el «Novus Ordo», confeccionada por el gran masón y traidor el arzobispo Bugnini. San Alfredo Ottaviani, se opuso a la misa herética, y siguió celebrando la Santa Misa Tradicional.
El joven Clemente Domínguez y Gómez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, se entrevistó con las más altas Jerarquías de la Iglesia Romana, ya en su mayoría corrompida, de España y de otras muchas naciones de Europa y América, y se enfrentó a muchos de esos Jerarcas para hacer valer, ante el obstinado proceder de ellos, los derechos de Dios y de la Iglesia conforme el Señor y la Virgen María se lo ordenaban. Visitó en varias ocasiones, en su residencia de Roma, al Cardenal San Alfredo Ottaviani, para que presentara, ante el Papa San Pablo VI, Mensajes relacionados con la Iglesia y con su Pontificado, y en algunos de estos Mensajes se daban nombres y señales de cardenales y obispos traidores. San Alfredo Ottaviani, siempre recibió con gran amabilidad al vidente de El Palmar de Troya-Sevilla, España, Clemente Domínguez, manifestando sumo interés por los Mensajes Celestiales que recibía. El Santo Cardenal Ottaviani sirvió de punto de apoyo hasta el Vicario de Cristo. En el rostro de San Alfredo Ottaviani se reflejaba la severidad e intransigencia del que no titubea, y la dulzura del que ama y sufre en silencio. Este Santo Cardenal jamás claudicó ante el progresismo, ni aceptó en ningún momento a los antipapas Juan Pablo I y Juan Pablo II.
San Alfredo Ottaviani murió el día 3 de agosto de 1979.
Canonizado y declarado Doctor de la Iglesia por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 3 de abril del 2003.
San Cediel María de la Santa Faz y de Nuestra Madre del Palmar Coronada
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Doctor. Alma Víctima. Apóstol del Santo Sacrificio de la Misa.
Llamado en el siglo Federico Fernando Narro Siller, había nacido en Saltillo-Coahuila, Méjico, el día 30 de mayo de 1912. A los cinco años entró en el internado de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle), en calidad de alumno, y muy jovencito ingresó como religioso en dicha Congregación, en la que permaneció aproximadamente unos cincuenta años.
Al tener conocimiento que la Verdadera Iglesia y el verdadero Papa estaban en El Palmar de Troya, abandonó su Congregación, ya relajada y apóstata, para irse a Sevilla, España, e ingresar, el día 20 de agosto de 1980, en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, fundada por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo. El día 8 de febrero de 1982, hizo sus votos perpetuos, fue ordenado Sacerdote y después consagrado Obispo por el Sumo Pontífice Palmariano. Pocos meses antes de morir, San Cediel María manifestó su ardiente deseo de comunicar a todos los miembros de su antigua Congregación de La Salle, que la Verdadera Iglesia es la Católica, Apostólica y Palmariana, regida por el verdadero Papa, Gregorio XVII, y, además, que deseaba cumplir urgentemente con esta importante misión, pues sentía en su interior que su muerte estaba próxima. Para ello preparó un escrito, traducido a varios idiomas, que envió a los superiores de muchos de los conventos de La Salle, así como a otros antiguos hermanos de dicha Orden y amigos. Era su deseo que todos ellos se unieran a la Verdadera Iglesia y al verdadero Papa. Poco tiempo después de mandar esta propaganda de El Palmar, San Cediel María falleció en Sevilla, en la Casa Generalicia de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, el día 5 de noviembre de 1983, a los setenta y un años de edad, tras dejar bien probadas sus heroicas virtudes, mientras celebraba la Santa Misa.
De él se conservan gran parte de las copias de sus cartas manuscritas desde que ingresó en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, que son un verdadero tesoro de espiritualidad y apostolado. He aquí parte de una de ellas dirigida al Hermano Visitador de un convento de su antigua Congregación de La Salle en la ciudad de Méjico, en cuya carta San Cediel María manifiesta su voluntad firmísima de ser religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en El Palmar: «Hermano Visitador, la realización de mi vocación lasallista por fin la estoy llevando a cabo. El Papa Gregorio XVII con Sede en El Palmar de Troya, trasladada aquí por mandato expreso del Señor, desea que ingrese en los Carmelitas de la Santa Faz. Como es la primera autoridad en el Instituto, a quien debemos obediencia, no dudé ni un momento. Ud. me conoce, así que no le causaré tanta extrañeza. No es pérdida de la vocación, sino verdadera realización con la Gracia de Dios. Tocante a las cosas que dejo, prácticamente lo abandono todo… Saludos a todos los hermanos y que por favor pidan a Dios por mí, en esta última etapa de mi vida. Gracias. H. Federico Narro». Esta carta fue escrita por San Cediel María el día 21 de agosto de 1980, al siguiente día de ingresar en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, en Sevilla.
Algunos de sus pensamientos tomados de su cuaderno espiritual: «En este amor de Jesús en María debo amar mi vocación, tener un sentido justo y total de mi vocación. La vocación no es algo para mí, sino para Él, y para Él entregándome totalmente a María. La vocación se construye juntos: Jesús, María y yo. Una vez definida mi vocación, sigo el camino con Ellos toda mi vida. Si mi vocación es acompañar a Jesús y a María, es muy importante el diálogo con Ellos. En esto consiste la fidelidad a mi vocación, la fidelidad en cada instante, en cada detalle, para perseverar hasta el fin. Debo amar mi vocación en Jesús y en María, porque Ellos me llamaron. Debo madurar mi vocación, puesto que quiero seguir a Cristo. Para seguir a Cristo debo aceptarlo tal cual es Él. En Él, con Él, por Él y para Él, debo vencer. Siempre listo para combatir al enemigo de mi vocación que nunca descansa. La vocación implica la conversión. Mi vocación de Carmelita de la Santa Faz implica entregarme totalmente a María, para con Ella y en Ella reparar los ultrajes del mundo a la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo… Cristo quiere seguir salvando las almas por medio de María, para esto me ha llamado».
Fue enterrado al día siguiente de su muerte en el cementerio de San Fernando en Sevilla, España. Trasladado a la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada el día 2 de mayo de 1989.
Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 10 de noviembre de 1983. Declarado Doctor de la Iglesia por el mismo Papa el día 9 de marzo de 1999.
El Papa San Gregorio XVII Magnísimo antes de proceder a la canonización de San Cediel María, desde el Altar Mayor de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada, pronunció unas profundas y edificantes palabras sobre las grandes virtudes del nuevo Santo, de las cuales extraemos los siguientes párrafos: «Murió, como sabéis, el Venerable Padre Cediel María. Sabéis que su muerte acaeció el sábado anterior, o sea, el día 5 de este mes, y murió en acto de servicio a Dios y a la Iglesia. Murió celebrando el Santo Sacrificio de la Misa. ¡Dónde mejor puede morir un ministro del Señor, que celebrando el Santo Sacrificio de la Misa! El sábado por la mañana, en el transcurso de su tercera Misa, después de comulgar, bajo la especie de pan, el Santísimo Cuerpo de Cristo, y antes de sumir la Preciosísima Sangre del Señor, murió mientras hacía la genuflexión para prepararse a sumir la Preciosísima Sangre de Cristo. Pero ya había celebrado dos Misas seguidas, más esta tercera, incompleta, que completó otro Padre.
Cada una de las muertes de nuestros frailes y monjas fue hermosa, fue sublime, fue llena de paz. Pero, el Señor quiso volcar, quiso volcar, de manera extraordinaria y sobremanera, esta predilección al preparar una muerte para el Venerable Padre Cediel María en acto de servicio en el Altar. ¡Qué muerte más excelsa, qué muerte más hermosa, qué bien asistido por el Señor!, allí en el Altar, celebrando el Santo Sacrificio de la Misa; allí reparando al Padre Eterno y redimiendo a los hombres, muere este ministro del Señor. ¡Qué signo, qué señal más hermosa de compenetración con Cristo, morir sacrificando y sacrificándose, dando muestra de sacrificador y de víctima al mismo tiempo! ¡Oh Señor! ¡Qué hermosura preparas para tus Carmelitas de la Santa Faz! ¡Oh Señor! ¡Cuántas maravillas! Quedamos estupefacto, quedamos extasiado, Señor, ante tu amor tan inmenso para los Carmelitas de la Santa Faz; pero más estupefacto ante la muerte del Venerable Padre Cediel María, porque le has dado lo mejor, le has dado la Gracia de las Gracias: De morir sacrificando en el Altar, inmolándote a Ti, inmolando a María, inmolándose él, inmolando a la Iglesia; y, para más fuerza de esta verdad, inmolándose visiblemente, por cuanto que murió en ese santísimo acto de servir a Dios, y a la Iglesia. ¡Bendita muerte, la del Venerable Padre Cediel María, hermosa muerte!
Esto es una prueba grande de la vida de este hombre, una prueba grande de su santidad; una prueba palpable de la predilección del Señor para con él, una prueba palpable de la correspondencia de él para con el Señor; aunque posiblemente cada uno de vosotros, frailes amadísimos, le habéis observado algunas veces rarezas, claro que sí, muchos otros Santos tuvieron rarezas. Si se examinara el santoral de veinte siglos, encontraríamos tantas rarezas en tan excelsos Santos, que quedaríamos todos estupefactos. Lo que hay que ver es la entrega, lo que hay que ver cómo este Sacerdote del Señor no dejaba de celebrar el Santo Sacrificio de la Misa. Amaba al Altar de verdad y Nos tenemos plena constancia de esto: El Venerable Padre Cediel María era un loco del Altar, ¡pero un verdadero loco del Altar!
Nos, le dimos autorización, muchas veces atrás, cuando aún estaba bastante mal de sus enfermedades y achaques, le dimos autorización para celebrar algunas Misas en su celda. Y ansiaba, ansiaba, ansiaba celebrar; y cada vez pedía el privilegio de poder celebrar otra Misa más, otra Misa más. Él sabía, él intuía, él esperaba ya antes, mucho tiempo antes, él intuía que iba a morir en el Altar. Incluso llegó a decirlo a algunos Padres de la comunidad, de que él moriría en el Altar. Él lo intuía; el Señor se lo hizo ver, porque era tanto su amor al Altar, su amor al Sacrificio de la Misa, que recibiría la gracia de morir en el Altar: La muerte hermosísima para un ministro del Señor, para un sacrificador, para un Cristo viviente como es el Sacerdote del Señor, un Cristo viviente, Cristo actuando en el Altar; Cristo que actúa por medio de su ministro el Sacerdote, Cristo, allí visiblemente quedó inmolado, por cuanto que su ministro murió en ese acto sacrificador.
Y ¡qué hermosura! esta muerte del Venerable Padre Cediel María, cuando, en aquella genuflexión, se encontró a la vista a toda la Beatísima Trinidad; se encontró a la Virgen María… Se encontró al Santísimo José y, cómo no, a Santa Teresa, nuestra Madre y Reformadora; y, rápidamente, al encuentro, sin perder tiempo, salía San Pío de Pietrelcina, le tomaba de la mano y le daba acomodo en buena localidad, para contemplar toda aquella belleza celestial, por eternidad de eternidades, ante un Altar inmutable, ante un Altar inconmovible: El Altar Celestial.
Ahora, amadísimos hijos, los Sacerdotes del Señor, Obispos, mirad, otro intercesor tenemos en los Cielos, el Venerable Padre Cediel María; y éste va a interceder especialmente para daros fuerza cuando celebráis el Santo Sacrificio de la Misa, si le invocáis. Invocad al Venerable Padre Cediel María, cuando sintáis, ante el Altar, fatiga, tibieza, desaliento, desolación. Invocadle y mirad su ejemplo: Murió celebrando la Misa. Más no os puede pasar, que morir celebrando la Misa, si así lo quiere el Señor; y ¡grande es la cosa! Si el alma está preparada, si el alma está pura, si el alma está limpia, si el alma está desposada verdaderamente con su Dios y Señor, y con su Madre la Virgen Santísima, si el alma está llena de la Beatísima Trinidad y está celebrando el Sacerdote y le llega el juicio, ahí en el Altar, ¡oh Señor!, los coros angélicos, sus trompetas anunciando el Juicio; ¡Oh Señor! un ministro del Señor que muere ante el Altar, que muere haciendo la genuflexión y que se encuentra ya ante el juicio de Dios, el juicio inapelable, insobornable.
Mirad, ¡qué gracia más grande para el Venerable Padre Cediel María! Él procedía de la Orden de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, de los de La Salle, donde no hay Sacerdotes, sino hermanos; y había un ansia grande en su interior durante muchos años,- así lo confesó a Nos privadamente,- un ansia interior por llegar un día a ser Sacerdote. Pero, no veía cómo, de qué manera llegaría eso, porque el llegar al Sacerdocio en aquella Orden significaría estar fuera de ella, salirse de ella. Él amaba la Orden a la que pertenecía, cuando la Orden iba bien años atrás; pero esperaba que, de una manera, no sabía cómo, un día sería Sacerdote. Y cuando la Obra del Palmar llegó a sus manos, ahí vio la posibilidad y, aunque ya viejo, ya anciano, ya viéndose que no iba a servir para mucho, al menos quería conseguir la gracia de morir Sacerdote. Y no solamente Sacerdote, no solamente Presbítero, sino que murió Obispo, Príncipe de la Iglesia; y, además, celebrando la Misa, lo que tanto ansiaba desde su niñez; porque con Nos habló muchas veces en aquellos pasillos de nuestro convento. Cuando Nos, tantas veces hemos paseado rezando el rosario por allí, le encontrábamos, y se acercaba reverentemente y, generalmente, era para cosas espirituales; y trataba de ser breve para no cansar a Nos; pero siempre contaba algunas cosas muy importantes que Nos las hemos callado y reservado, y que van saliendo y puede que salgan más que conocemos.
Este Padre venerable, el Padre Cediel María, ¿qué tenía rarezas? Claro que sí; externas, naturalmente que sí; pero lo que sí podemos asegurar, es que su alma cada día iba perfeccionándose más y más y más, sin darse cuenta los demás. Mas, el Padre Común de todos vosotros, el Vicario de Cristo, iba observando a él como observa a cada uno de vosotros. Por infinita misericordia del Señor, Nos, conocemos muchas cosas de cada uno de vosotros. Intuimos también la gran santidad de muchos de vosotros, que alcanzaréis si perseveráis hasta el final; será, si perseveráis, una continuidad de Santos, tanto en frailes como en monjas, y también en fieles, en seglares, si todos perseveramos.
Y ahora, después de haber cantado las excelencias del Venerable Padre Cediel María, después de haber plasmado en la medida de Nuestras posibilidades, con Nuestra torpe pluma, con Nuestro torpe pincel; después de haber plasmado estas virtudes, después de haber plasmado la muerte sublime del Venerable Padre Cediel María, sólo falta ya que, ahora, sin más preámbulo, Nos le incluyamos en la lista de los Santos de la Santa Iglesia de Dios». (Seguidamente es Canonizado).
San Daniel María de la Santa Faz y del Niño Jesús
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Doctor. Alma Víctima. Apóstol del Padre Eterno.
Llamado en el siglo José María Isidoro Pasquier nació en Le Pâquier-Friburgo, Suiza, el día 9 de junio de 1903, siendo bautizado ese mismo día. Sus padres, gente muy piadosa, sobre todo su madre, se llamaban Augusto Pasquier y María Bussard, de cuyo matrimonio nacieron doce hijos. San Daniel María hizo los estudios primarios en su pueblo natal, y los estudios secundarios en Bulle. A los diecisiete años, ingresó en el colegio de San Miguel de Friburgo, y con veinticuatro años, ingresó en la abadía de San Mauricio, en el Valais, Suiza, y allí siguió los cursos de Teología antes de ser ordenado Sacerdote el día 14 de abril de 1929.
]Durante su estancia en la abadía, realizó varias experiencias que le valieron una patente de invención por una hélice de avión; pues había logrado reducir considerablemente el ruido y las vibraciones, con el fin de utilizar la energía así ahorrada para sostener el avión en el aire. Desde el año 1930 al año 1935, después de estudiar inglés en Inglaterra, estuvo de misionero en las Indias inglesas, en donde enseñó en el Colegio de San José en Bengalore. A su regreso a Suiza, estaba tan cansado, que apenas podía trabajar, y sus superiores le mandaron entonces de Vicario a la parroquia de Vollges, en el Valle de Bagnes, en donde no tardó mucho en conquistar los corazones de los feligreses; pues San Daniel María tenía el secreto de llegar a los corazones e inspirar, hasta a los más débiles, el deseo de trabajar al servicio del Señor. Más tarde fue profesor en un instituto y Capellán en varios sanatorios tuberculosos. Luego, a causa de ciertos cambios en el régimen de la vida de los Canónigos Regulares de San Agustín de la abadía de San Mauricio, con la consecuente relajación de costumbres, San Daniel pidió a sus superiores ser liberado de las obligaciones para con dicha abadía; y, sin dejar de ser Canónigo Regular de San Agustín, se hizo cargo de la parroquia de Lessoc, un pequeño pueblo de la Gruyères, en el cantón de Friburgo.
Cuando, después del conciliábulo Vaticano II, empezaron las nuevas normas de la liturgia, San Daniel María se apresuró a aplicarlas, fiándose en la autoridad de los que las promulgaron. Mas no tardó en darse cuenta de la trama que ello representaba, ya que dichas normas habían sido dadas con aparentes motivos piadosos y que ocultaban perversas intenciones. Él tuvo pruebas de que un buen número de enemigos de la Iglesia se habían infiltrado en las órdenes religiosas, y hasta en las más altas cumbres de la jerarquía eclesiástica. San Daniel, el entonces llamado Canónigo Padre Pasquier, pidió perdón al Señor por haber seguido tan precipitadamente el satánico Novus Ordo de la Misa, y le prometió respetar siempre la tradición y, si fuera necesario, morir por ella. Por eso, cada vez que iba en peregrinación a La Salette o a Lourdes, Francia, rehusaba participar en las concelebraciones y se retiraba para celebrar a solas la Misa tradicional. A causa de su enérgica reacción contra la jerarquía eclesiástica progresista, terminaron por quitarle la parroquia de Lessoc, en donde había realizado una gran labor espiritual, incluso grandes obras sociales, empleando hasta los pocos ingresos que percibía en obras de reparación de la iglesia, edificios parroquiales y fines caritativos; pues nada quería para él, ya que amaba intensamente la virtud de la pobreza; todo lo cual, le ganó la confianza de su feligresía. Después que San Daniel María se vio obligado a dejar la parroquia de Lessoc, tomó contacto con los grupos tradicionalistas de Lefebvre, encargándose de un buen número de ellos.
San Daniel María conoció El Palmar de Troya-Sevilla, España, en el año 1970. El entonces presidente del Ejército Blanco le pidió que fuera a Sevilla para ponerse al tanto de lo que ocurría en El Palmar de Troya desde hacía dos años. San Daniel era capitán en Suiza de ese movimiento apostólico, sobre el cual daba numerosas conferencias. En el año 1971, San Daniel María fue a El Palmar de Troya por primera vez y, como él refiere, pudo darse cuenta del espíritu sobrenatural de este bendito Lugar. Ese mismo año, volvió por segunda vez con un grupo del Ejército Blanco y su presidente. En 1976, hizo tres viajes a El Palmar. Hallándose en El Palmar el día 7 de octubre de este año, cuando el Obispo Padre Clemente Domínguez, hoy el Papa San Gregorio XVII, llevaba la custodia durante la procesión del Santísimo, el Señor habló a dicho Obispo desde la Santa Hostia, pidiéndole que consagrara Obispo al entonces Canónigo Regular, Padre José María Isidoro Pasquier; el cual aceptó al saber que la petición venía del mismísimo Señor; por lo que fue consagrado Obispo al día siguiente, 8 de octubre de 1976, en Sevilla. Y como no se le pidió entonces ingresar en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, regresó a Suiza, sin decir a nadie que había sido consagrado Obispo, ya que de momento consideraba esto como una gracia personal, y continuó allí con su acostumbrado apostolado.
En el mes de diciembre de 1976, Lefebvre se enteró de esta consagración en El Palmar, y alarmó a los grupos lefebristas que dirigía San Daniel, y, además, condenó a priori lo que ocurría en el Lugar de El Palmar de Troya, causando la turbación de esos grupos, que se separaron de San Daniel María con gran dolor de su corazón. Mas él pronto recobró el ánimo; y como, en su última visita a El Palmar, había sido invitado para asistir a la Coronación Canónica de Nuestra Madre del Palmar, fue a Sevilla a mediados de diciembre de 1976 con este fin, hospedándose en la ciudad. El día 21 de diciembre del mismo año, visitó la Casa Generalicia de los Carmelitas de la Santa Faz y al llegar se encontró con todos los religiosos reunidos, y uno de ellos le dijo: «El Padre General está recibiendo un mensaje del Señor en este momento». Poco después, otro añadió: «Le concierne». San Daniel María enterado de que el Señor había pedido que ingresara en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, obedeció de inmediato e ingresó ese mismo día 21 de diciembre de 1976. La vida de San Daniel María, durante más de diez años en la Comunidad de los Carmelitas de la Santa Faz, fue de gran edificación para todos. Era un religioso observante, que siempre manifestó la exquisitez espiritual de un alma entregada enteramente a la Orden; como confesor y director espiritual, gozó siempre de especiales carismas, por lo que muchos acudían a él, con gran frecuencia, para ser fortalecidos en el Sacramento de la Penitencia y escuchar sus sabios y luminosos consejos; y como apóstol llevó a cabo, desde su celda, una impresionante labor de propagación de El Palmar, mediante ininterrumpidos escritos, ya que él era consciente de la grandísima necesidad de esa difusión; por lo que hasta se privaba, muchas veces, de las horas de su sueño para trabajar siempre incansable.
A partir de dos años y medio antes de su muerte, se vio obligado a guardar cama casi de continuo; mas no por eso renunció a su incansable labor de apostolado mediante sus escritos. Mas, pronto, por mandato del Santo Padre, tuvo que desistir de ello, ya que su vista, agotada de tanto trabajo, no le permitía apenas leer. Esta privación le permitió dedicar más tiempo al Altar, celebrando diariamente buen número de Misas. San Daniel María amaba intensamente a la Santísima Virgen María, era devotísimo de San José y gran admirador de Santa Teresa de Ávila. Grandes sufrimientos pasó durante los pocos meses que precedieron a su muerte, pues su cuerpo estaba dañado por la gangrena, llagas y otras dolencias propias de su avanzada edad. Y todo lo llevaba con gran paciencia y alegría, en continuos actos de amor a Dios, y manifestando siempre su vehemente deseo de celebrar muchas Santas Misas, aunque en los últimos momentos no siempre pudo ya hacerlo, por lo que sufrió también mucho, lo cual le sirvió para purificarse más de sus naturales defectos, y para desprenderse hasta de lo que más amaba, que era el celebrar la Santa Misa. San Daniel María entregó su alma a Dios, en la Casa General de los frailes en Sevilla, el jueves 12 de marzo de 1987. Fue enterrado el día siguiente en el cementerio de San Fernando en Sevilla, España, y trasladado a la cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada el día 16 de noviembre de 1989. Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 20 de abril de 1987. Declarado Doctor de la Iglesia por el mismo Papa el día 24 de enero de 1997.
San David María de la Santa Faz y de la Pasión
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Llamado en el siglo Ángel María Villamayor Cabañas, había nacido el día 2 de agosto del año 1919, en Ybytymí, Paraguay. Sus padres fueron Epifanio Villamayor Delgado y María Eleuteria Cabañas Fariña. De cuatro hermanos, él fue el tercero en nacer. Campesinos pobres, en 1930, sus padres emigraron a Argentina con sus cuatro hijos, buscando mejor porvenir. Ingresaron al niño Ángel María en una escuela primaria, en donde tuvo sus primeros problemas con el ambiente irreligioso. A la edad de catorce años, al fallecer su padre en Posadas, Argentina, tuvo que dejar el estudio y comenzar su vida de empleado de comercio. Los padres, muy piadosos, habían inculcado a sus hijos la devoción a la Santísima Virgen María, y San David María, a los veintidós años, ingresó en la Congregación Mariana de jóvenes de la parroquia, llegando a ocupar la presidencia de dicha Congregación.
En sus vacaciones de empleado de comercio, San David María recorrió Argentina de norte a sur y de este a oeste. Habiendo enfermado su madre gravemente en 1946, regresó con ella a Paraguay. El 30 de noviembre del mismo año, falleció su madre. Entonces le pareció que era lo más conveniente tomar estado, para evitar la soledad, pues todos sus hermanos se habían casado y quedado en Argentina. Pero la Divina Providencia hizo que encontrara un Sacerdote prudente, que le pidió un poco de tiempo para orientarle en su vocación. Finalmente, dicho Sacerdote le convenció de su posible vocación sacerdotal, haciéndole reflexionar sobre su labor de apostolado en la Congregación Mariana.
De acuerdo a esta convicción, San David María marchó a Argentina en donde, en marzo de 1948, ingresó en un Seminario Diocesano. En marzo de 1950, regresó a Paraguay, en donde siguió sus estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de Asunción. Este Seminario estaba en una situación moral muy mala, y la Divina Providencia se iba a valer de los seminaristas para remediarla. En 1954, hizo crisis la tirantez entre superiores y seminaristas, quienes recurrieron a la Santa Sede, y el entonces Papa San Pío XII Magno mandó un inspector, el cual expulsó a los Superiores, con excepción de un reducto, ya que Satanás, al no estar dispuesto a perder del todo la partida, consiguió burlar el triunfo de los seminaristas. Entonces el Papa San Pío XII Magno acudió al Episcopado Español para cubrir las vacantes del Seminario de Asunción, y el plantel que dicho episcopado mandó, doctores todos, ya estaba inficionado del progresismo; de modo que, el remedio, resultó peor que la enfermedad.
El día 13 de enero de 1957, San David María fue ordenado Sacerdote en la ciudad de Asunción por el arzobispo. Celebró su primera Misa en su pueblo natal de Ybytymí. Al año siguiente de su ordenación, dicho Jerarca le encargó la creación de una parroquia nueva en la misma capital, trabajo muy delicado, porque había de formar su territorio desmembrándolo de tres antiguas parroquias. Después de organizar la nueva parroquia, se produjo una vacancia en una parroquia rural muy pobre y de ambiente muy malo, por lo que ningún Sacerdote quería ocuparse de ella. Como su parroquia de Asunción era codiciada por estar en la Capital, él se ofreció para ir a la rural, y allí fue mandado. De nuevo la Divina Providencia vino en su ayuda, porque de haber quedado en Asunción hubiera caído bajo el progresismo, mientras que en el campo se pudo mantener en el tradicionalismo. Mientras tanto, se iba manifestando cada vez más la diferencia que había, en las cuestiones de la Iglesia, entre las tendencias progresistas del arzobispo y las tradicionalistas de San David María. Por este motivo, desde el año 1964, no asistió más a las reuniones mensuales del clero, pretextando motivos de salud; y, en 1967, renunció definitivamente a la Parroquia y se fue a prestar servicio como capellán a un hospital de Asunción. En ese mismo año, el cura párroco de la ciudad de Capiatá, a cuya jurisdicción correspondía la capilla de San Miguel Arcángel de Posta Leiva, pueblo a veintiséis kms. de Asunción, instaló en dicha capilla a San David María.
La Santísima Virgen María se valió de la Difusora Mariana de Buenos Aires, para auxiliar a San David María en la hora difícil del eclipse de la Iglesia; y, mediante dicha difusora, se enteró también de las Apariciones de El Palmar de Troya-Sevilla, España, y de los mensajes orientadores para no quedar en las tinieblas. Totalmente convencido de los avisos celestiales, comenzó a predicar sobre dichas Apariciones en la capilla de San Miguel Arcángel de Posta Leiva, que pertenecía a la iglesia romana, siguiendo estrictamente las indicaciones de los Mensajes Palmarianos. En el año 1980 se puso en contacto con el Obispo Palmariano, hoy San Enoc María, que estaba de Misionero en Santa María de los Buenos Aires, capital de Argentina. San David María invitó a San Enoc María a que fuera a Paraguay y éste fue a visitarle. Enterado el arzobispo de Asunción de esta entrevista, obligó a San David María a que abandonara la capilla que ocupaba. A partir de entonces, él siguió ejerciendo su ministerio sacerdotal en Posta Leiva en la casa particular de San Eusebio Rolón, seguidor de la Obra de El Palmar. San David María fue ferozmente perseguido por la jerarquía apóstata romana y por la misma policía.
En el año 1981, con motivo de la visita que el Papa San Gregorio XVII Magnísimo hizo a Paraguay, San David María ingresó en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz el día 15 de agosto del año 1981; y, el día 23 de agosto del mismo año hizo sus votos perpetuos, y seguidamente el Obispo Padre Isidoro María, hoy el Papa San Pedro II Magno, le confirió el Episcopado en una capilla provisoria instalada en el terreno propiedad de San Eusebio Rolón, contiguo a su casa, pues la asistencia de fieles y de otras personas fue muy numerosa. En este mismo sitio está ahora la Capilla de la Iglesia Palmariana en Posta Leiva. El Papa San Gregorio XVII Magnísimo fundó la Capilla de Posta Leiva, llevando a cabo una intensísima labor apostólica entre los numerosísimos fieles. El nuevo Obispo, San David María, quedó en Posta Leiva con otros dos Obispos Palmarianos, para atender a la numerosa feligresía de Paraguay.
El día 29 de octubre de 1984, San David María llegó a Sevilla para vivir en uno de los conventos de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Su vida conventual fue siempre muy ejemplar. Se destacó por su espíritu de recogimiento, de oración y de cumplimiento de las Santas Reglas. Fue siempre muy solicitado por los frailes, monjas y fieles para oírles en el Sacramento de la Confesión. Sufrió con gran paciencia las distintas enfermedades que le causarían después la muerte.
San David María murió santamente, en la Casa Papal de Sevilla, el día 2 de enero del año 2002. Poco antes de su muerte le visitó en su celda el Papa San Gregorio XVII Magnísimo y le dio la Bendición Apostólica. Al día siguiente fue enterrado en la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada.
Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 31 de marzo del año 2002.
San Enoc María de la Santa Faz y del Santo Sudario
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Doctor. Alma Víctima. Protector de la Santa Sede Palmariana.
Llamado en el siglo Luis Celso Caucig era hijo de José Caucig y Ana Scubin. Nació en Prepotto-Udine, Italia, el día 27 de marzo de 1907, siendo bautizado el mismo día. Sus padres eran labradores del campo, de situación social humilde. Él era el sexto de sus diez hermanos y el primogénito del segundo matrimonio de su madre. Comenzó sus estudios de educación primaria en su pueblo natal.
En octubre de 1917, durante la Primera Guerra Mundial, su padre, que era soldado, para huir de la invasión del ejército austro-húngaro, pudo sacar a toda la familia de la región del Friúli, en donde vivían, y llevarla hasta Bolonia; desde donde fueron, como prófugos de guerra, a la ciudad de Siena, quedando aquí hasta el fin de la guerra; menos su padre, que tuvo que incorporarse de nuevo al ejército. La huida de su tierra, por más penosa y agitada que fuera para todos, fue para San Enoc María de especial providencia. Pues pocos días después de llegar a la ciudad de Siena, recibió su familia la visita de un bondadoso Sacerdote que, mirando hacia Luis Celso, le hizo una señal con el dedo para llamarle y preguntarle si le gustaría estudiar. Y como él respondiese que sí, el Sacerdote, puesto de acuerdo con su madre, le llevó a un internado de Instrucción Primaria, perteneciente al Instituto del Sagrado Corazón, del cual el Sacerdote era director, perteneciente a la Congregación de Hijos de Santa María Inmaculada. Aquí recibió una sólida formación religiosa, haciendo su Primera Comunión el día 19 de marzo de 1918. Terminada la guerra, tuvo que volver con sus padres a su pueblo natal, en la región del Friúli, febrero de 1919. Y era tal la nostalgia que sentía del Instituto Religioso de Siena, que consiguió del cura párroco del pueblo fuese llevado otra vez por sus padres, en donde terminó la educación primaria; cursando, después, tres años de bachillerato. Durante ese tiempo, leyendo los opúsculos editados por el Instituto de las Misiones Extranjeras de Milán, se entusiasmó tanto con los relatos de la vida de los misioneros en China e India, que sintió cada vez más crecer su vocación misionera entre los infieles.
En septiembre de 1923, ingresó en la Escuela Apostólica de San José, en Génova, que era el Seminario Menor para aspirantes misioneros, perteneciente al Instituto Misionero Estere, y en el que cursó el cuarto y último año de Bachiller, año 1924. Durante los años 1925 a 1927, hizo sus estudios de filosofía en Monza, cerca de Milán, en una escuela del anterior instituto. Durante los años 1928 a 1930, cursó los primeros años de Teología en Milán. El 20 de septiembre de 1930, fue ordenado Sacerdote en la Catedral de Milán. El día 29 de junio de 1931, fue destinado, junto con tres compañeros, como Misionero Apostólico, al Vicariato del Shenchi Meridional, en el noroeste de China. Tras recibir el Crucifijo de Misionero el día 15 de agosto del mismo año partió para Venecia en compañía de los otros, en donde embarcó rumbo a China, llegando al puerto chino de Shanghai después de un largo recorrido de cuarenta días. Desde aquí, prosiguió su viaje en un buque chino sobre el río Yan-tse-Kiang (Río Azul), hasta la ciudad de Nanjing, desde donde, por ferrocarril, fue a Kaifeng, capital de la provincia de Henan, sede del Vicariato Apostólico del mismo nombre, quedando en dicha ciudad hasta fines del año 1932, para prepararse más para su misión y aprender el difícil idioma chino. En noviembre de 1932, él y otro compañero, junto con el nuevo Titular del Vicariato Apostólico del Han-Chung (Shenchi Meridional), emprendieron viaje a dicha misión. En medio de arriesgados y fatigosos episodios, con peligro de ser asesinados, y tras cruzar en silla de mano y a pie la cordillera Tsing-ling (derivación de Tíbet) con un frío intenso, ya que era pleno invierno, llegaron a su destino el día 6 de enero de 1933, Festividad de la Epifanía del Señor. Hasta finales del año 1935, cumplió la misión de coadjutor, ayudando a los misioneros más ancianos o Curas Párrocos de distintos lugares. Grandes eran las dificultades del apostolado por la actitud refractaria al cristianismo de la gran masa de paganos budistas y su engreída superioridad. Por eso, el trabajo apostólico de San Enoc María, y demás misioneros, estaba absorbido por los cuidados pastorales hacia los doce mil fieles católicos, que vivían entremezclados con dos millones de paganos.
En el invierno de 1935, el territorio de la misión fue invadido por las tropas comunistas de Mao-Tse-Tung, en su «gran marcha» hacia el norte, en donde luego formaría una república comunista independiente a la nacionalista de Tziang-Kai-Shek. Para protegerse de los ejércitos rojos, San Enoc María y demás misioneros se refugiaron dentro de las murallas de la ciudad de Han-Chung, la cual fue defendida por el ejército nacionalista sin que lograra entrar el comunista. Mas, cuando regresaron al lugar de su misión todo había sido saqueado por los rojos. En el año 1936, San Enoc María fue nombrado Director del Distrito de Ku-lu-pa, con muchas capillas y comunidades de cristianos. Aquí, durante seis años, trabajó intensamente. Sin embargo fue víctima de terrible persecución de parte de los estudiantes de una Universidad, que se habían instalado en los locales de la vecina antigua sede del Vicariato Apostólico de Han-Chung. Dicha persecución, fue porque él se opuso a que los estudiantes invadieran sus capillas, poniendo serios obstáculos a los cultos y catequesis, entre otros atropellos.
San Enoc María tuvo que esconderse, y alejarse de la ciudad en medio de grandes trabajos y fatigas para librarse de los malvados universitarios; los cuales, la noche de Navidad de 1941, fueron a la casa de él para matarle, rodeando e invadiendo su mansión con griterío y furia infernal, con terrible susto de las monjas catequistas que allí había. No le mataron, porque él, avisado por unos fieles de las malditas pretensiones de los universitarios, se marchó con tiempo de Ku-lu-pa, y celebró el culto de la Navidad en la ciudad de Kao-pa, a veinte kilómetros de la otra. En el año 1942, al no poder ya volver al Distrito de Ku-lu-pa, por el peligro que corría con los estudiantes, el Obispo encomendó a San Enoc el pueblo de Sin-tzi, cerca de Han-Chung.
En el año 1944, el corrupto gobernador de Han-Chung, muy hostil a la Iglesia, acusó injustamente al Obispo, a San Enoc y demás Sacerdotes de sospechosos de espionaje a favor de Japón, nación considerada enemiga por los chinos. Con este pretexto fueron todos llevados al campo de concentración de la pequeña ciudad de Luoa-Yang a unos setenta kilómetros de Han-Chung. Pasados sólo unos días de dura vida de desterrados, supieron cómo la Justicia de Dios se manifestó terrible para el malvado gobernador; pues, tras hacer una inspección al lugar en que estaban encerrados, fue acometido de una fulminante dolencia venérea, por lo que tuvo que ser llevado de urgencia a Han-Chung, muriendo en el viaje. Les contaron a San Enoc y demás misioneros, que el gobernador, en el delirio de la fiebre, se le oyó decir: «¡Cuán terrible es el Dios de los Cristianos!» Esta prueba fue de gran fruto para los fieles, los cuales multiplicaron sus oraciones pidiendo la liberación de los Sacerdotes presos. Por entonces había guerra entre japoneses y americanos, y un grupo de aviadores de este último ejército, fue mandado que se instalara en la residencia del Obispo de Han-Chung. Y como entre dichos aviadores americanos había oficiales católicos, se extrañaron de la ausencia del Obispo y demás Sacerdotes; por lo que, pidiendo información, llegaron a conocer que se hallaban en un campo de concentración. Los aviadores, indignados y deseando asistencia espiritual, solicitaron a la esposa del Generalísimo Tziang-Kai-Shek, para que fuesen liberados, recibiendo orden del Gobierno Nacionalista que se hiciera inmediatamente, retornando el Obispo y demás Sacerdotes a sus lugares de misión. A partir del año 1947, San Enoc María regentó el Distrito Misionero de Sin-ka-tze, al noroeste de Han-Chung, en donde había buenas comunidades cristianas de antigua tradición. El día 7 de diciembre de 1949, llegó a dicho lugar el ejército de Mao-Tse-Tung. Con esta llegada, comenzó para San Enoc un nuevo y terrible sufrimiento, que duró más de dos años, tiempo que le tocó vivir bajo el yugo comunista. Fue sometido a controles, inspecciones, interrogatorios y maltratos en general. A todas esas pruebas, respondió siempre con sabiduría y prudencia exquisitas, sin vacilaciones ni ambigüedades; pues, el Espíritu Santo, sin lugar a dudas, ponía en su boca lo que debía decir y guiaba sus pasos, para que se mantuviese siempre en la verdad. Merced a su inspirada actitud, aunque con muchas dificultades, pudo seguir al frente de su piadosa feligresía; la cual, no pocas veces era sagazmente presionada por los enemigos de la Iglesia, con el fin de crear serios compromisos al Misionero y buscar un pretexto para acabar con él. La continua opresión de los comisarios del gobierno de Mao-Tse-Tung contra San Enoc María, culminó en un proceso popular celebrado el día 14 de abril de 1952, al que tuvo que comparecer San Enoc, y que fue presenciado por unas diez mil personas. Cuando le llevaban al lugar del juicio, juntáronle con otros dos condenados al fusilamiento. Durante el proceso, que duró tres terribles horas, tuvo que oír, siempre de pie, a siete oradores que le acusaban de imperialista, de explotador del pueblo, de egoísta, de parásito y de otras muchas cosas. Los gritos de los exaltados oradores eran a veces repetidos por la muchedumbre. En la sentencia final, San Enoc María, fue considerado como criminal y merecedor de la pena de fusilamiento; pero, el tribunal, estimó como pena aún más infamante: «El destierro en vida de la República Popular China». De todo esto se dio noticia por la radio popular. Antes de que fuera expulsado del país estuvo encarcelado tres noches y dos días, en la más estricta vigilancia. Tras un viaje penoso, con sus correspondientes controles e inspecciones, él pudo cruzar la frontera de China comunista y llegar a Hong Kong, bajo el poder británico, hospedándose durante tres meses en la residencia episcopal, con el fin de restablecerse en su salud.
En agosto de 1952, se embarcó para Italia, ejerciendo su ministerio sacerdotal en el Seminario Menor de Treviso-Venecia. A mitad del año 1954, solicitó al Superior General ser enviado a Brasil, embarcándose en el mes de agosto para el puerto brasileño de Santos. Después de casi un año de Coadjutor en una parroquia de San Amaro-San Pablo, fue destinado de Párroco a Florestópolis-Paraná, Brasil. Después, ejerció su ministerio sacerdotal en otros lugares, siendo también Vicario de Echaporã-San Pablo, Brasil. En mayo de 1973, debido a su más avanzada sordera, renunció a este puesto; y en septiembre marchó para Italia de vacaciones. En septiembre de 1974, volvió a Brasil, en donde ejerció su ministerio como capellán agregado en las parroquias de su Instituto Religioso de las Misiones Extranjeras. Y como ya el progresismo iba asolando cada vez más a la Iglesia, San Enoc María fue destituido de capellán al negarse a dar la Comunión en la mano, y también por haber reprochado en la predicación, e impedido su distribución, un artículo del cardenal arzobispo, en el que negaba implícitamente la Virginidad de la Madre de Dios. Fue por entonces, año 1975, cuando conoció los Mensajes de El Palmar de Troya-Sevilla, España, los cuales llevó a la práctica en su mismo Instituto Religioso, con serias dificultades; por lo que decidió alejarse de la comunidad y vivir fuera de ella por su cuenta. Este valiente propósito pudo ser más fácilmente llevado a la práctica, al ofrecérsele la oportunidad de vivir en un lugar de apariciones de Brasil que, por entonces, se le presentaban como verdaderas.
El día 17 de agosto de 1978, le llegó la noticia de la elevación a la Dignidad Papal del Papa San Gregorio XVII Magnísimo, acontecimiento que había tenido lugar el día 6 del mismo mes. En febrero de 1979, el Sumo Pontífice Palmariano realizó una visita apostólica a Santa María de los Buenos Aires, Argentina. Con este motivo, el Papa San Gregorio XVII, a través del Misionero Palmariano en Brasil, mandó llamar a San Enoc María para que fuese a Argentina, adonde llegó el día 2 de marzo, después de haber superado serias dificultades para renovar su pasaporte. Allí, quedó de Misionero, para asistir espiritualmente a los fieles.
San Enoc María visitó El Palmar de Troya por primera vez, con motivo de la apertura del Santo, Magno y Dogmático Primer Concilio Palmariano y de la Semana Santa de 1980. El día 25 de marzo de este año, hizo sus votos, fue consagrado Obispo por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo. Días después de terminada la Semana Santa, San Enoc María volvió a Argentina para regir dicha diócesis como Obispo Misionero, siendo muy querido por todos los fieles por su gran espíritu de entrega, su piedad y excelentes dotes de confesor.
El día 23 de septiembre de 1983, San Enoc fue a El Palmar de Troya con motivo de la tradicional peregrinación del día 12 de octubre, quedando allí ya como traductor, en italiano, de las publicaciones de la Santa Sede. El día 5 de octubre de 1984, recibió el nombre religioso de Padre Enoc María, en substitución del antiguo nombre bautismal de Padre Celso con el que, hasta ese momento, era llamado. La vida conventual de San Enoc María en la Casa Generalicia de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz de Sevilla, fue la culminación de su ya relevante vida de virtud. Con su carácter sencillo, afable, jovial, y a la vez enérgico, se ganó pronto la estima de todos los religiosos. Supo acoplarse perfectamente al régimen comunitario de la Orden, cumpliendo sus reglas con exquisita obediencia y ejemplar disciplina. Era profundamente piadoso. Amaba y reverenciaba al Papa San Gregorio XVII Magnísimo, con gran vehemencia. Llevó su última y penosa enfermedad con gran paciencia y dulzura, siempre sumiso a los religiosos enfermeros que le cuidaban. Cuando ya estaba físicamente imposibilitado para celebrar la Santa Misa, la oía desde su lecho con edificante recogimiento y angelical fervor. Tenía casi siempre en sus manos el Santo Rosario, ya que profesaba un singularísimo amor a la Santísima Virgen María.
San Enoc María falleció en Sevilla, en la Casa Generalicia de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, el día 10 de octubre de 1991. Poco antes de morir, había recibido los Santos Sacramentos, así como la Bendición del Papa San Gregorio XVII Magnísimo, que le visitó en su lecho.
Fue enterrado al día siguiente en la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada, con la asistencia de los muchos peregrinos venidos para la peregrinación del día 12 de octubre.
Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 12 de octubre de 1991. Declarado Doctor de la Iglesia por el mismo Papa el día 9 de febrero del 2001.
San Fulgencio María de la Santa Faz y de los Dolores de la Santísima Virgen
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Doctor. Protector de los apóstatas arrepentidos.
Llamado en el siglo Francisco Bernardo Sandler, había nacido el día 23 de octubre de 1917, en Fall River-Massachusetts, Estados Unidos. Era hijo de José Sandler y de Alicia Salvin. Fue el tercero de los cuatro hijos habidos en el matrimonio. Como sus padres profesaban la religión judía, él fue lógicamente educado en el judaísmo. Hasta el año 1935, hizo sus estudios primarios y secundarios en una escuela de su ciudad natal. Del año 1937 al año 1942, hizo sus estudios de música en el Conservatorio de Boston, siendo también maestro de piano y profesor de música de las escuelas públicas de Fall River.
En el año 1942, San Fulgencio se convirtió a la Religión Católica, tras abjurar de la fe judía que hasta entonces profesaba. Esta trascendental determinación fue un acto heroico, ya que tuvo que hacer frente a la total oposición de su madre; la cual, al ver que nada conseguía de su hijo, se arrojó al suelo en la puerta de la casa tratando de impedirle la salida; mas, con todo el dolor de su corazón, él se vio obligado a pasar por encima de su madre, recibiendo el Sacramento del Bautismo el día 28 de febrero de 1942. Desde este mismo año hasta 1944, él hizo el servicio militar. San Fulgencio María ingresó en la Orden Benedictina, viviendo en el convento de Portsmouth Priory (U.S.A.), desde 1944 hasta 1951; año éste en que fue trasladado al Colegio de San Eduardo en Inglaterra, Gran Bretaña, y después a Suecia, siendo en Estocolmo ordenado Sacerdote el 17 de enero de 1954. Desde el año 1962 al 1972, ejerció como párroco en varias parroquias de Suecia; y después, hasta 1975, fue misionero en Ashton in Makerfield-Inglaterra.
San Fulgencio María, totalmente contrario al progresismo demoledor de la Iglesia Romana, cuando tuvo conocimiento de las Apariciones de El Palmar de Troya-Sevilla, España, visitó este Sagrado Lugar al ser baluarte de la Fe Católica y antorcha de la Santa Tradición. En el mes de abril del año 1975, él quedó en El Palmar cumpliendo una gran misión sacerdotal entre los muchos seguidores de estas Benditas Apariciones y celebrando Misas en el Lugar del Lentisco. Fue muy obediente a todo lo que el Señor y la Santísima Virgen mandaban en los mensajes dados al vidente Clemente Domínguez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo. Su presencia en El Palmar fue de gran apoyo, sobre todo cuando llegó el momento de las Ordenaciones Sacerdotales y Consagraciones Episcopales, por las que se sufrió gran persecución de parte de la Jerarquía de la Iglesia Romana y algunas autoridades civiles. El día 11 de enero de 1976, San Fulgencio María fue consagrado Obispo, juntamente con el entonces Padre Clemente Domínguez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo; con el Padre Manuel Alonso Corral, hoy el Papa San Pedro II Magno, y otros dos Sacerdotes, por el Arzobispo San Pedro Martín Ngô-dinh Thuc. Meses después, a causa de la persecución de parte de las autoridades civiles, promovida por el cardenal de Sevilla Bueno Monreal, San Fulgencio María acompañó al Obispo Padre Clemente Domínguez, Fundador de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, y a todos los demás miembros de la Orden, que se vieron obligados a salir de España. Ocupó cargos de responsabilidad en la Iglesia Palmariana y en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, que él supo desempeñar con cierta habilidad. Profesó los votos perpetuos el día 24 de octubre de 1979.
San Fulgencio tenía especial devoción a la Santísima Virgen María y era gran amante de la música gregoriana, ocupando el puesto de maestro de coro en los pontificales y otras ceremonias religiosas. En los comienzos del Santo, Magno y Dogmático Primer Concilio Palmariano, trabajó con gran interés en el planteamiento y desarrollo de la doctrina, aportando ideas fundamentales. Sin embargo, poco a poco, su labor fue siendo menos positiva debido a la excesiva minuciosidad con la que él trataba los temas y al continuo aferramiento a sus propias ideas. Su mentalidad, escudriñadora en demasía, le llevó al ofuscamiento en algunos temas doctrinales; hasta el punto que, siendo requerido por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo para que rectificara sus errores, se negó a hacerlo, por lo que fue expulsado de la Orden Religiosa y de la Iglesia; y por lo tanto, penado con la excomunión. Esta apostasía tuvo lugar el día 2 de julio de 1986. Tras la salida de la Iglesia Palmariana, él fue a vivir a los Estados Unidos.
El día 4 de octubre de 1988, profundamente arrepentido y dispuesto a rectificar sus antiguos errores, retornó de nuevo a la Orden, pues era su deseo de vivir y morir dentro de la Santa Madre Iglesia, siendo admitido por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo con suma satisfacción y restablecido en el antiguo puesto que poseía. Tras su vuelta a la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, San Fulgencio María volvió a su vida de piedad, cumpliendo fielmente con las santas reglas, con grandes deseos de santificarse. De nuevo cooperó en los trabajos conciliares. Sin embargo, poco a poco fue dejándose otra vez dominar de su mentalidad excesivamente inquiridora, hasta que tropezó en la misma piedra que tiempo atrás. Su total ofuscación en materias doctrinales, le llevó a abandonar de nuevo la Orden y la Iglesia, a pesar de que se le advirtió que incurría en excomunión. Su segunda apostasía fue el día 30 de julio de 1991, marchando a los Estados Unidos.
El día 2 de agosto de 1992, se presentó en la Casa Generalicia de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, en Sevilla, manifestando su gran deseo de ser de nuevo admitido. Según él contó, cuando se hallaba en los Estados Unidos sintió que se moría, y todo su deseo fue volver al Convento «para morir en su casa». Estaba profundamente arrepentido de todos sus antiguos errores. De nuevo fue admitido. San Fulgencio María retornó a la Orden muy enfermo, por lo que ya no pudo llevar la vida normal de la comunidad. Estaba continuamente en su celda, en donde era atendido con gran amor por los religiosos y en donde todos los días se le celebraban dos veces las Santas Misas y se le administraba la Santa Comunión. Allí rezaba todos los días el Santo Rosario Penitencial con otros religiosos. Poco a poco su enfermedad cancerosa fue agravándose, causándole intensos y continuos dolores, que con nada se aplacaban, a pesar de que varios médicos investigaron con detalle su enfermedad tratando de encontrar algún alivio. El sufrimiento de San Fulgencio María era terrible, espantoso. Sin lugar a dudas, aquellos extraños y agudos dolores fueron permitidos por Dios para purificarle en parte de sus dos apostasías. En varias ocasiones se le administró la Santa Extremaunción.
San Fulgencio María falleció santamente en la Casa Generalicia de los frailes en Sevilla el día 26 de octubre de 1992. Fue enterrado el día 28 de octubre de 1992, en la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada.
Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 23 de diciembre de 1992. Declarado Doctor de la Iglesia por el mismo Papa el día 6 de marzo de 1999.
Santa María Jacinta de la Santa Faz y de la Santa Teresa de Jesús
Apóstola Mariana. Religiosa de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Alma Víctima.
Llamada en el siglo María Teresa Báscones Urigüen, había nacido en Aguilar de Campóo-Palencia, España, el día 2 de septiembre de 1960. Era hija de Juan Francisco Báscones Robles y de María Rosario Urigüen Fernández. Al poco tiempo de nacer se descubrió que tenía una enfermedad grave en su corazón, padeciendo una operación a la edad de diez años.
Santa Jacinta ingresó en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, el día 13 de mayo de 1978, a la edad de diecisiete años. Tuvo gran devoción a Santa Teresa de Ávila y a Santa María Teresa González Cadarso, de Madrid. Hizo los primeros votos el día 23 de noviembre del mismo año, después de una preparación muy ferviente. Buscaba constantemente el consejo espiritual y obedecía con gran diligencia los consejos que la daban. Hasta marzo de 1979, vivió la vida de comunidad completamente normal, cumpliendo todos sus deberes con gran fervor. Desde marzo hasta septiembre, padeció muy mala salud, sin poder casi respirar y andaba con mucha dificultad. El día 11 de octubre de 1979 pasó por un examen intenso de su corazón y pulmones, y a las pocas horas después sufrió un colapso, recibiendo los Últimos Sacramentos. Según la diagnosis tenía su corazón en un estado incurable y ningún tratamiento médico podía ayudarla. Los médicos no podían decir cuánto tiempo la quedaba de vida. La Madre General contó a Santa Jacinta las opiniones de los médicos y la dio a leer el informe. La Santa aceptó la opinión de los médicos con gran serenidad y habló con la Madre General de cómo podría prepararse lo mejor posible para ir al Cielo, pues ambas sintieron muy fuertemente que no la quedaba mucho tiempo de vida. Con mucha alegría habló con su madre por teléfono y la dijo que muy pronto estaría en el Cielo. Como su madre se puso triste, la Santa exclamó con voz llena de alegría: «Pero mamá, ¿por qué estás triste? Pronto tendrás una hija en el Cielo. Allí te puedo ayudar mucho mejor».
La vida religiosa de Santa Jacinta era escondida. Trabajaba en silencio y con alegría para perfeccionarse. Tuvo un maravilloso espíritu de obediencia y gran respeto para con sus superioras. Se empeñaba en vivir cada momento de su vida con gran perfección. Desde el principio de su enfermedad en el convento tuvo un deseo ardiente de alcanzar el Cielo y de estar unida a su Divino Esposo. La hermosura sobresaliente de su vida religiosa consistía en vivir las reglas de la comunidad con perfección heroica. Padecía terribles tentaciones contra la pureza, mas luchaba contra ellas de rodillas delante del Santísimo Sacramento, creciendo así su amor intenso a Jesús Sacramentado. Durante su último mes de vida, sufrió terriblemente por el hambre, pues sólo podía digerir la comida propia de los niños. No podía ni andar ni dormir ni acostarse, mas siempre estaba sonriente y escuchaba con paciencia a todas las religiosas que la visitaban. Su más grande dicha era tener una habitación al lado de la Capilla, para estar cerca del Santísimo y poder oír la Santa Misa.
La condición de Santa Jacinta se puso peor en noviembre del año 1979, mas ella quiso estar presente en los votos de las nuevas profesas, que se celebraban el día 23 del mismo mes. Estuvo en una silla de ruedas durante la ceremonia rebosando su rostro de una alegría y gracia especiales. Al retornar a Sevilla, sufrió un colapso y mientras la administraban la Extremaunción murió a las 3,25h. de la madrugada del sábado, 24 de noviembre de 1979, fiesta de San Juan de la Cruz, a los diecinueve años de edad, en la Casa General de las monjas de Sevilla, España.
Fue enterrada en el cementerio de San Fernando en Sevilla, España, el día 24 de noviembre de 1979, y trasladada a la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada el día 2 de mayo de 1989.
He aquí un breve párrafo de una de las hermosas cartas que se conservan de la Santa: «También mi alma siente pena, y desea que todas las almas se acerquen y amen a Jesús y a María, y puedan sentir sus delicias, que superan con mucho a todos los placeres mundanos. Y, además, después conseguimos el Cielo, y en él estas pequeñas delicias se convierten en ardientes e interminables arrobos. Y con sólo, digo sólo, inmenso gusto de ver a Dios, está todo cumplido. Piensa por un solo momento en los interminables y deliciosos coloquios que tendremos con todos los Bienaventurados y Santos que en el Cielo están. Y en los arrullos y besos de Nuestra Madre, la Santísima Virgen María, que nos ama más que nuestra madre terrena, inmensamente más…» (Carta a una religiosa enferma, fecha 12 de noviembre de 1979). En otra de sus cartas, abre su corazón a la misma religiosa con estas bellas palabras: «Me recosté un poco para descansar y pensé: Que era muy pequeña y que, además, el Señor me había hecho recorrer el camino muy deprisa y casi sin enterarme, total que ya me encontraba en la puerta del Cielo (El Palmar) y que a mí sólo me restaba abrir la puerta, pero como era tan pequeñita sólo tendría que abrir una rendijita y colarme rápido, hasta llegar a los brazos de Jesús y meterme en su Corazón para estar acurrucadita en el punto que más latiera, para sentir más profundamente su amor y poder latir al mismo tiempo con Él. Aún me llena de alegría este pensamiento, y espero que con la ayuda de la Santísima Virgen María, San José y Santa Teresa, pueda conseguirlo…» (Carta del día 13 de noviembre de 1979).
Canonizada por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 12 de septiembre de 1983. Ese mismo día tras la canonización, el Papa San Gregorio XVII Magnísimo prosiguió la Santa Misa, y una vez sumida la Preciosísima Sangre de Cristo, tuvo la siguiente visión: Vio los Cielos abiertos contemplando la entrada gloriosa de esta Santa Carmelita de la Santa Faz, la cual era recibida por San Pío de Pietrelcina, quien la colocó en su respectivo trono muy elevado. Pudo también contemplar el júbilo inenarrable de todos los Ángeles y Santos, que cantaban las alabanzas a Dios por la presencia en los Cielos de esta nueva Santa. Además, a través de esa visión, el Sumo Pontífice conoció que había ido directamente de la Tierra al Cielo, sin pasar por el Purgatorio, asegurando que gozaba en la Bienaventuranza eterna de un puesto muy privilegiado.
San Jeremías María de la Santa Faz y de la Inmaculada Concepción
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Doctor. Alma Víctima. Protector de la Santa Sede Palmariana.
Llamado en el siglo José Henrique Villarreal, nació en Puerto España, Trinidad y Tobago, el día 22 de agosto de 1919. Sus padres se llamaban Jorge Villarreal y Celsa Teresa, y tenía cuatro hermanos. San Jeremías María era de color negro. Él cuenta que, a la edad de cinco años, fue a la escuela, y que al cumplir los seis se trasladó con su madre y abuela a la Isla de Curaçao, Antillas Holandesas, en donde aprendió los idiomas holandés, inglés, español, y el propio de la isla, llamado papiamento. A los siete años, recibió la Primera Comunión y la Confirmación. Tenía catorce años cuando terminó la primaria de ocho años y pasó a una escuela de oficio, para aprender la técnica de metales y maquinarias, por no haber tenido recursos para cursar el profesorado. Después, trabajó un año en la refinería de petróleo, para pasar al servicio de telecomunicaciones, en donde trabajó un año en la rama telefónica, casi quince años en el departamento de transmisores y once años en el de receptores, como técnico y operador. Desde el año 1937 hasta el año 1965, además de especializarse en su rama profesional, realizó un gran apostolado como miembro de la organización piadosa internacional llamada Legión de María. En el año 1965, ingresó en el Seminario Nacional Colombiano de Cristo Sacerdote, situado en La Ceja, pueblo a unos cuarenta kilómetros de la ciudad de Medellín, Colombia, en donde cursó dos años de filosofía y cuatro de Teología. El día 8 de diciembre de 1970, fiesta de la Inmaculada Concepción de María, fue ordenado Sacerdote a la edad de cincuenta y un años en Willemstad-Curaçao, Antillas Holandesas.
En su ministerio sacerdotal en América, fue tres años capellán y tres años párroco, divididos entre las tres islas principales: Curaçao, Aruba y Bonaire, visitando después Venezuela, Holanda y España. El seminario en el que cursó sus estudios sacerdotales, era entonces el mejor de Colombia pero también era progresista, ya que se daba la Comunión de pie, y se celebraba la herética misa moderna, cara al pueblo. Todo ello influyó en él, pues según refiere, hasta el comienzo del año 1976, ejercitó su ministerio sacerdotal con prácticas progresistas, aunque con cierta ausencia de culpabilidad. Incluso, le tocó celebrar la Santa Misa en cinco idiomas distintos.
San Jeremías tuvo la suerte de leer muchos mensajes celestiales de distintas partes del mundo, así como otros libros que explicaban la decadencia y la socavación de la Iglesia por la infiltración del enemigo, a lo que aludía también el Papa San Pablo VI. Con estas advertencias, resolvió desde el 1 de enero de 1976 introducir cambios en la última parroquia, volviendo a la Tradición. No poco contribuyó a esta importante decisión la visita que San Jeremías María hizo al Sagrado Lugar de Apariciones de El Palmar de Troya-Sevilla, España, en el año 1973, en donde aprendió a celebrar la Misa tradicional.
El día 1 de mayo de 1977 San Jeremías fue definitivamente a Sevilla para ingresar en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, recibiendo allí el nombre religioso de Padre Jeremías María. El día 7 de mayo del mismo año, en la Capilla de la Casa Generalicia de la Orden en Sevilla, recibió la Consagración Episcopal de manos del entonces Obispo Padre Isidoro María, hoy el Papa San Pedro II Magno. Profesó los votos perpetuos el día 24 de octubre de 1979.
Durante los doce años y algo más de dos meses que, hasta su muerte, vivió como religioso en dicha comunidad de Sevilla, San Jeremías María se distinguió siempre por su celo episcopal, su fidelidad al ministerio sacerdotal y su entrega incondicional a la observancia de la vida religiosa. Procuraba cumplir con todas sus obligaciones de la manera más perfecta posible, siendo persona en la que se podía confiar cualquier trabajo o misión, ya que ponía en ello la máxima responsabilidad y diligencia. En todos sus actos se transparentaba la inocencia y pureza de su alma, casi angelical. En su persona, pues, concurrían maravillosamente las más sólidas cualidades humanas y las virtudes sobrenaturales más resaltantes. Su fidelidad a la Santa Madre Iglesia y al entonces Vicario de Cristo, el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, se traslucía vivamente en todos sus actos. San Jeremías María, si bien era incansable en el trabajo, más aún lo era en la vida de oración. Además, poseía grandes dotes para el confesionario y la dirección espiritual. Los últimos meses de su vida, los pasó en medio de grandes sufrimientos, a consecuencia de una dolorosa enfermedad, con dos graves operaciones, siendo en todo momento ejemplo de resignación y paciencia, con gran edificación de todos aquellos que le asistían, incluso de los mismos médicos y enfermeros durante el tiempo que hubo de permanecer hospitalizado.
El jueves día 6 de julio de 1989 entró en agonía, la cual le duró poco más de tres días, ya que el Domingo día 9 de julio de 1989, entregó su alma al Señor, en medio de una envidiable paz. Durante su largo estado agónico, era admirable contemplar la dulzura de su rostro, la serenidad de sus gestos, siempre con la cruz y el santo rosario en sus manos, todo lo cual evidenciaba la grandeza de su alma. Y cuando ya no pudo hablar, era todo su deleite oír las piadosas jaculatorias que los religiosos pronunciaban junto a su lecho, casi de continuo. El Papa San Gregorio XVII Magnísimo le visitó y bendijo en varias ocasiones poco antes de morir.
Fue enterrado dos días después en la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada.
A continuación, transcribimos el último testimonio escrito a puño y letra de San Jeremías, el día 5 de junio de 1989, poco más de un mes antes de su muerte: «A mí, Padre Jeremías María de la Santa Faz, en el mundo José Henrique Villarreal, considerando que mi muerte pudiera ser próxima o lejana, doy mi último testimonio de mi fe Católica, Apostólica y Palmariana. Con gran satisfacción, abandoné mi parroquia de Rincón en Bonaire en abril de 1977, para ingresar el día 1 de mayo de 1977 en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Ratifico con todas mis fuerzas mi fe en la Iglesia de siempre, la Católica y Apostólica, como se enseña y practica en la Iglesia de El Palmar de Troya, España, en la cual yo abjuré de todas las enseñanzas y organizaciones adversas, como la masonería, hija del sionismo internacional, así como de las sectas consecuentes: El marxismo, el comunismo, todas las sectas y religiones no católicas, que todas concurren, en distintos grados, en una enconada lucha contra la Iglesia Católica. Y solamente a la Iglesia Palmariana, con el actual Vicario de Cristo, el Papa Gregorio XVII, es a la cual me adhiero, con todas mis fuerzas. Y así doy mi último testimonio in artículo mortis. Pido a Dios y a la Virgen María perdón, y en general a todo el que he ofendido, o inducido al pecado o hecho caer en el mal. Que Dios se apiade de esta pobre persona. + C.P. Jeremías María de la Santa Faz y de la Inmaculada Concepción (en el siglo J.H.V.)».
Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 16 de julio de 1989. Declarado Doctor de la Iglesia por el mismo Papa el día 8 de febrero del 2000
San Josafat María de la Santa Faz y de la Inmaculada Concepción de María
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María.
Llamado en el siglo Patricio José Fearon, nació el 24 de julio de 1918, en Levallyclanone, Rostrevor, Newry-Down, Irlanda. Fue bautizado al día siguiente. Era hijo de Patricio José Fearon e Isabel, y el mayor de cuatro hermanos. Sus padres adoptaron dos niños y una niña. Fue a la escuela primaria en la localidad de Rostrevor. Trabajó como peón en Irlanda y en Inglaterra, Gran Bretaña. En Londres se encontró con un anciano Sacerdote en 1943, quien le aconsejó que fuera Sacerdote. San Josafat María pensó que podrían ser de su alcance los estudios necesarios, y el 11 de febrero de 1946 ingresó en el noviciado capuchino en Pantasaph, en el norte de Gales. Pronto se dio cuenta que los estudios eran demasiado difíciles para él. Su superior le pidió que quedara en la orden como hermano lego, en donde llegó a hacer su profesión religiosa.
San Josafat María pasó muchos años felices en la Orden de los Capuchinos, y por un tiempo llegó a aceptar los cambios en la Iglesia a consecuencia del conciliábulo Vaticano II. Pero al ser suprimida la Misa Tradicional con la implantación del herético «Novus Ordo Missæ», pasó por una terrible noche obscura. Habló francamente con su superior inmediato y también con su Provincial cuando visitó el convento. Ambos fueron muy atentos y considerados, pero le aconsejaron sumisión y obediencia, cuya solución fue para él imposible de aceptar. Su superior inmediato dijo a San Josafat María que le veía en camino de salir de la Orden y de la Iglesia. A través de un amigo suyo fue recibiendo los Mensajes de El Palmar de Troya-Sevilla, España, los cuales le sirvieron de orientación y tranquilizaron su conciencia, pues mediante ellos tuvo luz para ver que su postura contra el progresismo era la correcta.
San Josafat María siempre profesó gran amor hacia la Santísima Virgen María, visitando muchas veces un santuario mariano. En una de esas visitas, recibió una especial fortaleza en su Fe. En 1973 estuvo un mes en el hospital debido a un ataque de corazón sufrido en el convento de «Greyfriars», Iffley Road, cerca de Oxford-Inglaterra. Con este motivo le dieron largas vacaciones, y viajó a su casa en Irlanda en julio de ese año, y más tarde fue aceptado como peregrino enfermo para ir a un santuario mariano de Banneux, Bélgica. En enero de 1975, un Sacerdote le invitó a entrar en el movimiento lefebrista. San Josafat, por un lado, no estaba dispuesto a volver a los capuchinos, pues sentía que iba contra su conciencia, y por otro tampoco veía en los seguidores de Lefebvre una postura clara con respecto al Papa San Pablo VI, y luego pudo comprobar que estaban en abierta oposición a dicho Sumo Pontífice. Y como vio que los Mensajes de El Palmar de Troya le enseñaban la verdad sobre el Papa y la Santa Tradición, viajó a El Palmar adonde llegó el 13 de julio de 1975. Aquí, la Santísima Virgen María, le manifestó a través de un vidente que estaba muy contenta con su presencia en el Sagrado Lugar. En ese mismo tiempo le llegó una carta de sus superiores capuchinos en Inglaterra, amenazándole con castigos si no volvía en el término de siete días; pero él no volvió, y siguió la orden recibida por el Cielo en El Palmar de Troya. Según él mismo manifestó, no podía encontrar la paz del espíritu en la Orden Franciscana una vez que se dio cuenta de que allí no debía permanecer más a causa del progresismo; que el pensamiento de una posible muerte en esa situación le preocupaba día y noche, y le agobiaba; y que por eso se vio impulsado a actuar lo más pronto posible, yéndose al Sagrado Lugar de El Palmar de Troya, cuya decisión jamás le había pesado. Y finalmente añade: «Que Dios me conceda la Gracia de la perseverancia final».
San Josafat María ingresó religioso en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, en Sevilla, el 23 de diciembre de 1975. En el Sagrado Lugar de El Palmar de Troya, el 28 de enero de 1976 fue ordenado Sacerdote, y el 1 de febrero del mismo año fue consagrado Obispo, siéndole conferidas las Órdenes Sagradas por el Obispo Padre Clemente Domínguez y Gómez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo. El 6 de abril de 1976, San Josafat María salió también desterrado para Francia, junto con el Obispo Primado Padre Clemente Domínguez y otros Obispos, Presbíteros y hermanos legos, por orden del Juez de Instrucción de Utrera, instigado por el apóstata arzobispo de Sevilla José María Bueno Monreal.
El 24 de agosto de 1978, el Sumo Pontífice Palmariano mandó al Obispo San Josafat María de misionero a Irlanda en compañía del Obispo San Escolástico María, religioso también de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. A principios de enero 1982, San Josafat María fue enviado de misionero a Nueva Zelanda, haciéndose cargo también de los fieles palmarianos de Australia: En Sydney, Canberra, Numurkah, Melbourne, Tasmania, Perth y Brisbane. Más tarde se ocupó también de los fieles de Filipinas y Bangladesh; y posteriormente atendió también a los fieles de Samoa Occidental. Por tanto, fue el Obispo Palmariano de Asia y Oceanía hasta abril de 1993, fecha en la que el Papa San Gregorio XVII determinó que cesase de misionero por su avanzada edad y delicada salud.
San Josafat María fue un religioso modelo. Cumplía con entera fidelidad las Santas Reglas de la Orden. Y como Obispo Misionero trabajó valerosamente para mantener firmes en la Fe Católica Palmariana, a los muchos fieles encomendados a su pastoreo. Sus continuos viajes por Asia y Oceanía fueron muy sacrificados, y jamás manifestó queja alguna por las grandes dificultades de su apostolado; sino todo lo contrario, siempre se mantuvo obediente y animoso en el cumplimiento de sus deberes. Sus fieles diocesanos valoraban mucho los sacrificios que hacía por ellos y sentían por él un gran amor. Cuando tuvo que cesar de misionero, muchos de ellos lo sintieron y le echaban de menos.
En la vida conventual nunca dio el más mínimo problema. Era profundamente piadoso, obediente a los superiores, silencioso, fiel cumplidor de sus deberes y muy cordial con sus hermanos. Manifestó siempre una gran paciencia en sus enfermedades, durante las cuales se vio obligado a guardar cama muchas veces. Cuando mejoraba, celebraba las Santas Misas con gran devoción y asistía al culto en la Basílica Catedralicia Palmariana. Se le veía sonriente y sumiso a todo lo que se le mandaba. Por la noche, ya entrado el día 3 de diciembre del 2007, cuando hacía vida normal, estuvo rezando con los demás frailes las oraciones comunitarias en la Capilla, y cuando se disponía a retirarse a su celda, sufrió una embolia. Se le administró la Santa Extremaunción, y poco más tarde entró en coma. El Papa San Pedro II Magno le visitó en varias ocasiones y le impartió la Bendición Apostólica.
San Josafat María de la Santa Faz falleció santamente en el convento de los Carmelitas de la Santa Faz del Sagrado Lugar de El Palmar de Troya, el martes día 4 de diciembre del 2007. Al día siguiente, 5 de diciembre, fue enterrado en la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada.
Canonizado por el Papa San Pedro II Magno el día 1 de enero del 2008.
San Justo María de la Santa Faz y del Inmaculado Corazón de María
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Apóstol del Santo Sacrificio de la Misa.
Llamado en el siglo Jaime José Williams, había nacido en Forrestalstown, Clonroche-Wexford, Irlanda, el día 12 de mayo de 1917. Era hijo de José Williams y de Catalina O’Neil, de cuyo matrimonio nacieron cinco hijos. San Justo María hizo sus primeros estudios en Irlanda y también parte de los secundarios, terminando estos últimos en el año 1936, en una escuela de los Padres Blancos en Inglaterra. Después pasó a Bélgica, en donde hizo dos años de filosofía en el seminario de los Padres Blancos. Posteriormente fue enviado por éstos a Argelia, en el continente africano. En Maison-Carée, de la ciudad de Argel, hizo el año de noviciado desde el año 1938 hasta el año 1939. Terminado el noviciado, fue enviado a la ciudad de Cartago, en Tunicia, en donde cursó Teología en el Seminario de los Padres Blancos. Fue ordenado Sacerdote el día 11 de abril del año 1943 por el Obispo de Cartago, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el norte de África estaba ocupada por los alemanes. Más tarde, ese mismo año, con la llegada de los aliados, y la ayuda del Capellán castrense (Padres Blancos) de las tropas inglesas, los irlandeses pudieron salir del norte de África con rumbo a Inglaterra e Irlanda. Pero San Justo María marchó para Nigeria, llegando el día 7 de diciembre de 1943. Fue nombrado para la prefectura apostólica de Dyo, más tarde Diócesis, en donde llevó a cabo una gran misión como párroco en una de las parroquias de la ciudad de Ilesha, a doscientos kms. de Lagos.
En el año 1951, San Justo María se hallaba de permiso en Inglaterra a causa de una enfermedad y en el mes de junio de dicho año, al no darle de alta el médico, tuvo que quedarse unos meses más que el plazo normal. En Londres fue nombrado como ayudante en la parroquia de Heston, en donde encontró por primera vez al que más tarde sería religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, el Obispo San Escolástico María, que estaba también de ayudante en la misma parroquia. San Justo María fue ayudante parroquial en Heston durante tres meses. Después, ejerció el cargo de tesorero en el seminario de filosofía de los Padres Blancos, en Londres, durante unos meses; y luego pasó a Irlanda para empezar aquí la construcción de la primera casa de esta orden religiosa. Hacia fin del año 1952, San Justo María fue enviado otra vez a Nigeria de misionero, regentando la misma parroquia de Ilesha que había tenido antes. El 28 de julio de 1972, sufrió un accidente terrible de coche.
A fines del año 1975, un joven seglar que recibía los mensajes de El Palmar de Troya-Sevilla, España, fue a oír Misa en la parroquia de Ilesha, que regentaba San Justo María, quien en ese momento estaba dando un sermón contra el progresismo demoledor de la Iglesia Romana, diciendo, además, que el único remedio para atajar tanto mal era la oración y penitencia. Tras el sermón el joven se puso en contacto con San Justo y le preguntó si había leído algo de los mensajes de El Palmar de Troya; y él contestó que no sabía nada de este lugar y que había predicado según la inspiración divina. El joven entregó a San Justo María, para que leyese, unos mensajes de las Apariciones de la Santísima Virgen María en El Palmar de Troya, recibidos por el vidente Clemente Domínguez y Gómez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo.
En el mes de junio del año 1976, San Justo María fue enviado de vacaciones a Irlanda. Como tenía gran deseo de visitar el Sagrado Lugar de El Palmar de Troya, lo hizo el 16 de julio del mismo año. El día 27 de julio, cuando aún estaba en El Palmar, Nuestro Señor Jesucristo, a través del entonces Padre Clemente, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, dijo refiriéndose a San Justo, cuyo nombre en el siglo era Jaime: «El Padre Jaime es aceptado en estos momentos en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. La Orden de los Carmelitas de la Santa Faz: La más grande que puede nadie imaginar. La cual se multiplicará como las arenas del desierto. Es necesario que, esta noche, después de la cena, sea Consagrado Obispo». Esa misma noche, ya entrado el día 28 de julio de aquel año 1976, el Obispo Primado Padre Clemente, hoy el Papa San Gregorio XVII, confirió el Episcopado, al nuevo religioso, tras que emitiera los votos perpetuos, en la Capilla de la Casa Generalicia de la Orden en Sevilla. Durante los casi veintitrés años que aún le quedaron de vida, San Justo María, además de religioso ejemplar, fue un Obispo celoso de su grey en las distintas diócesis palmarianas que estuvo destinado: En España: Valladolid, Vascongadas, Granada, Valencia y Barcelona. Fuera de España: Inglaterra, Escocia y Gales. En el año 1991, quedó ya definitivamente en Sevilla. Allí fue superior de uno de los conventos de frailes desde el día 9 de septiembre de 1992 hasta el día 1 de agosto de 1994.
Hasta su muerte, la vida de San Justo María fue de ejemplar obediencia, entrega y sumisión a la voluntad divina. A pesar de su carácter fuerte, quizá un poco brusco, era noble, sencillo y afable con los demás. Fue siempre muy estricto en sus cosas y de gran espíritu de oración y sacrificio. Hasta que su salud se lo permitió, vivió la vida religiosa en toda la rigurosidad de sus reglas, yendo diariamente a la Basílica Catedralicia de El Palmar, y celebrando tanto ahí, como en el convento de Sevilla, el mayor número de Santas Misas permitidas. Cuando ya su enfermedad se agravó, un Capellán celebró todos los días las Santas Misas en su celda y le administró la Santa Comunión. Y también recibió con cierta frecuencia el Santo Sacramento de la Extremaunción. San Justo María, a los ochenta y un años de edad, murió en Sevilla, en la Casa Papal, el 2 de marzo de 1999. Fue enterrado dos días después en la cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada. Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 4 de abril de 1999.
San Leandro María de la Santa Faz y del Niño Jesús
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Doctor. Protector de la Santa Sede Palmariana.
Llamado en el siglo Camilo Estévez Puga, había nacido el día 15 de junio de 1924 en Maside, Carballino-Orense, España. Era hijo de Francisco Estévez y Estévez y de Protasia Puga Gutiérrez, de profunda religiosidad y buena posición económica. El Señor bendijo los dos matrimonios del padre, pues con la primera mujer tuvo dos hijos; y una vez viudo, se casó con una hermana de la primera mujer, con la que tuvo ocho hijos, de los cuales, el sexto fue San Leandro.
San Leandro María estudió la carrera sacerdotal en el seminario diocesano de Orense. Fue ordenado Sacerdote, en dicho seminario, el día 17 de junio de 1951, por el Obispo D. Francisco Blanco Nájera, y celebró, con profunda devoción, su primera Misa el día 8 de julio de 1951 en la iglesia parroquial de San Miguel de Armeses, que estuvo repleta de fieles. Regentó varias parroquias, entre ellas la de San Juan de Rairiz de Veiga como Párroco Arcipreste.
Mediante su apostolado, todas recibieron gran transformación espiritual; además, logró que se cerraran, en los respectivos pueblos, los salones de baile e impidió que surgieran otros, a pesar de la oposición que recibía de ciertas personas. Puso gran empeño para que, en sus parroquias, los feligreses practicaran las comuniones reparadoras de los primeros viernes y de los primeros sábados de mes. Para ello, mediante un gran donativo de su propio haber, conseguía la asistencia de un padre religioso durante esos días; de esta manera, numerosas personas mayores, y casi todos los niños de las escuelas, practicaban esas especiales devociones a los Sagrados Corazones de Jesús y María. También se preocupó con gran celo, para que el mes de mayo se dedicase especialmente al ejercicio de las Flores a María y el mes de octubre al ejercicio del Mes del Rosario; para lo cual hacía especiales cultos eucarísticos y marianos en sus parroquias.
La asistencia de los fieles a la Santa Misa dominical era muy numerosa. La Santa Misa, la celebraba siempre muy temprano, a fin de proporcionar a sus feligreses las mayores facilidades de asistencia. Los Domingos y demás días festivos, celebraba cuatro Misas: Dos en el templo parroquial de Rairiz, una en una ermita a dos kilómetros y la cuarta en otra parroquia. San Leandro María se esforzaba con gran celo para que sus feligreses recibiesen la mejor asistencia en el confesionario. Sentía gran amor por el ejercicio del Sacramento de la Penitencia, al cual dedicaba largas horas. Cuidado esmeradísimo puso en la enseñanza del catecismo; para lo cual se valía de un riguroso control de asistencia y de ciertas habilidades pedagógicas. Sobre todo, ponía gran empeño en la preparación de los niños para la Primera Comunión y de los que se disponían a recibir el Sacramento del Matrimonio. Numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas de ambos sexos surgieron en sus parroquias, sobre todo en la última, donde más tiempo estuvo. Siempre en sus feligresías hubo almas de elevada espiritualidad. El mismo Obispo de la diócesis puso a veces a San Leandro por modelo de Párroco, en su visita pastoral a otras parroquias.
San Leandro María, durante su labor de Párroco, llevaba una vida espiritual muy esmerada. Además de la Santa Misa, el Santo Rosario diario y sus visitas cotidianas al Santísimo, dedicaba todas las noches dos o tres horas de oración ante el Sagrario, lo que le ocasionó reumatismo. Solía confesarse, como mínimo, una vez por semana. Practicó por dos veces los ejercicios de un mes de San Ignacio; y anualmente hacía, en Orense, una tanda de ejercicios espirituales de quince días. Mientras la salud se le permitía, dormía sobre una ancha tabla, se disciplinaba duramente en ciertas ocasiones y llevaba cilicio. Sentía mucho interés por estar al día en su formación sacerdotal. El plan de su vida era de verdadera pobreza. Vivía dedicado a la oración, al apostolado, a los actos de culto y a los libros. Sus haberes, los empleaba absolutamente al apostolado y obras de caridad. Su confesor habitual y director de su espíritu, era un religioso gran místico, que dirigía a muchas almas de ambos sexos, sobre todo de conventos.
San Leandro María visitó, por primera vez, el Sagrado Lugar de Apariciones de El Palmar de Troya-Sevilla, España, el día 15 de agosto de 1971. Como era de corazón sencillo y había en él un constante deseo de honrar a Dios y a su Santísima Madre la Virgen María, desde que puso sus pies en El Palmar, quedó a disposición de esta Santa Obra, aceptando los Mensajes Celestiales, especialmente los recibidos por el vidente Clemente Domínguez y Gómez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo. Y aunque San Leandro siguió ejerciendo por entonces la misión de Párroco en Rairiz de Veiga, en Orense, viajó en señaladas fechas al Sagrado Lugar de El Palmar de Troya para celebrar la Santa Misa y asistir espiritualmente a muchos de los seguidores de estas Apariciones. Como era persona valiente y decidida que buscaba siempre la gloria de Dios, cuando estaba en El Palmar ejercía su ministerio sacerdotal sin ningún miramiento humano de lo que pudiera pensar y decir la Jerarquía Eclesiástica de Sevilla de aquel tiempo, o la de Orense o cualquier otra persona religiosa o seglar. Y hay que tener en cuenta que, ya por entonces, eran muchos los enemigos de las Apariciones de El Palmar, con los que, incluso, había que enfrentarse diariamente para poder defender la causa del Sagrado Lugar. San Leandro siempre tuvo valor para cumplir, hasta en los más mínimos detalles, lo que el Señor y la Virgen mandaron en sus mensajes.
San Leandro María, tras doloroso esfuerzo y heroica resolución, desoyendo los erróneos consejos del Obispo de Orense y de otros jerarcas, así como de familiares y amigos, y haciendo frente a toda injusta amenaza de pena canónica, dejó su parroquia de Rairiz de Veiga para irse definitivamente a El Palmar, llegando a Sevilla el día 9 de octubre de 1975. En el arranque definitivo de su parroquia para irse a El Palmar, contó con la valerosa colaboración del entonces Carmelo Pacheco Sánchez, hoy San Elías María de la Santa Faz, quien se desplazó a Rairiz de Veiga para darle el impulso definitivo y ayudarle en los preparativos de su traslado a Sevilla. Antes de salir de su parroquia, sus feligreses le honraron con una despedida entrañable, manifestándole lo mucho que le debían, querían y anhelaban que no se fuera. San Leandro María se hizo religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, el día 23 de diciembre de 1975, día en que fue fundada por el entonces Clemente Domínguez y Gómez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo. El día 11 de enero de 1976, fue consagrado Obispo en el Sagrado Lugar de El Palmar, por el Arzobispo San Pedro Martín Ngô-dinh Thuc, juntamente con el entonces Padre Clemente Domínguez y Gómez, con el entonces Padre Manuel Alonso Corral, hoy el Papa San Pedro II Magno, y otros dos Sacerdotes más.
San Leandro María dio grandes muestras de valeroso acatamiento a la voluntad de Dios, soportando sin vacilar todas las persecuciones contra los miembros de la naciente Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, llevadas a cabo por algunos altos jerarcas de la Iglesia Romana: especialmente, por Monseñor Luis Dadaglio, Nuncio Apostólico del Papa San Pablo VI, por el cardenal arzobispo de Sevilla, Bueno Monreal, máximo promotor de las persecuciones, por sus obispos auxiliares y varios sacerdotes. San Leandro María estaba plenamente convencido, de que las Ordenaciones sacerdotales y Consagraciones episcopales de El Palmar, eran por disposición de Dios y contaban con el plácet del entonces Vicario de Cristo, el Papa San Pablo VI.
La vida de San Leandro María en la comunidad de los Carmelitas de la Santa Faz, transcurrió realizando trabajos de profesorado con los religiosos, de padre conciliar destacado en el Santo, Magno y Dogmático Primer Concilio Palmariano, y en el Santo, Magno y Dogmático Segundo Concilio Palmariano, y de dirección y control en distintas misiones a él encomendadas. Se destacaba por su ministerio como confesor y director espiritual de algunos religiosos y fieles. En todas sus labores, siempre se entregó con todo su corazón y máxima escrupulosidad, unas veces con más acierto y otras con menos. La nota más resaltante de San Leandro María en su vida religiosa, fue su firme lealtad y amor entrañable al Papa San Gregorio XVII Magnísimo, su fidelidad en el cumplimiento de las Santas Reglas y el respeto a los demás superiores. Fue siempre persona de mucha oración. Y aunque no se puede silenciar que había en él rarezas que resaltaban a la vista de los demás religiosos, estas miserias humanas no desdibujaron jamás sus grandes y heroicas virtudes. Su intenso amor a Dios, a la Santísima Virgen María, a la Santa Madre Iglesia y al Papa, fueron cualidades que siempre resplandecieron en su vida.
Los últimos años de la vida de San Leandro María fueron de gran sufrimiento, debido a su avanzada diabetes y a la deformación, por excesivo ensanchamiento, de su corazón, lo cual le dificultaba enormemente para cualquier actividad física. Mas, a pesar de todo, procuró cumplir con normalidad la vida de la comunidad hasta que le fue absolutamente imposible. Los últimos meses de su vida fueron para él de un sufrimiento indecible, que ofreció a Dios con gran generosidad, aunque al mismo tiempo deseaba ir con Él cuanto antes y así se lo pedía con gran humildad y acatamiento de su Divina Voluntad. Cuando ya no pudo celebrar las Santas Misas, distintos Capellanes las celebraban en su celda y le administraban la Santa Comunión. Además, recibió con cierta frecuencia el Santo Sacramento de la Extremaunción. San Leandro María, tras una breve mejoría en su enfermedad, llegó al extremo de gravedad la mañana del día de su muerte. Un Capellán celebró en su celda las Santas Misas y le administró la Santa Comunión, que el enfermo recibió con gran dificultad. También se le administró la Santa Extremaunción. Durante la agonía, manifestó siempre una gran paz y su vida fue lentamente apagándose, hasta que falleció en la tarde del día 2 de marzo de 1997. Fue enterrado al día siguiente en la cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada. Canonizado y declarado Doctor de la Iglesia por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 4 de marzo de 1997.
San Malaquías María de la Santa Faz y María
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Alma Víctima. Llamado en el siglo Tomás San Olán Healy, había nacido el día 5 de septiembre de 1915, en Clonmoyle-Cork, Irlanda. Su padre se llamaba Tomás Juan Healy, y su madre Abigaíl McCarthy, de cuyo matrimonio nacieron seis hijos. Refería San Malaquías que su familia era muy católica y que diariamente en ella se rezaba el Santo Rosario, al que su padre añadía también oraciones después, que se convertían casi en otro Rosario; especialmente en la Santa Cuaresma, en la cual se guardaban con todo rigor los preceptos de la Iglesia, y se hacían penitencias especiales.
El padre de San Malaquías María era dueño de una finca rústica y de un molino de harina, y San Malaquías mencionó este detalle en el relato de su vida porque cuando él tenía cuatro años, cayó del molino, chocando fuertemente su cabeza contra el suelo, por lo que estuvo tres días totalmente inconsciente entre la vida y la muerte; y de lo cual le vinieron después muchos sufrimientos derivados de los fuertes dolores de cabeza que padecía. Y decía también que una tía suya, que era maestra en Londres, vino a su casa y usó una reliquia de la Santa Cruz de Jerusalén, que ella tenía, en la dañada cabeza de San Malaquías, y al instante le desaparecieron los dolores que sufría. Como su padre era además organista de la iglesia, infundió a San Malaquías María una gran inclinación a la música, por lo que le llevó a la escuela de Cork para aprender dicha arte.
A los catorce años, San Malaquías tomó la determinación de ser Sacerdote; mas, como estaba inclinado a la vida misionera, ingresó en el seminario menor de San Finbarr, y después pasó al seminario mayor, siendo ordenado Sacerdote por el Arzobispo en Galway, Irlanda, el día 21 de diciembre de 1938. Poco después de su ordenación, partió a los Estados Unidos de Norte América, año 1939, para residir en el colegio de San Columbano en Omaha-Nebraska, que había fundado un tío suyo, el Padre E. J. McCarthy. De aquí fue enviado a China, dando comienzo así su vida misionera, aunque sólo permaneció en ese país algunos meses; pues, el mismo año 1939 fue a Filipinas, llevando a cabo su labor misionera en distintos puntos de estas islas, como Luzón, Manila, etc. En la región de Mindanao, sufrió muchísimo por el calor, ya que dicha región se halla en uno de los lugares más cálidos de Filipinas. También estuvo en la diócesis de Tango, en donde había cuarenta mil católicos, y que antaño había estado bajo los misioneros españoles, y a su llegada era regida por los jesuitas, con los cuales trabajó mucho. En esta diócesis tuvieron lugar muchos hechos que demostraban la habilidad misionera y el celo por las almas de San Malaquías María, el cual relató el siguiente episodio: Un día fue informado de que acababan de llegar dos protestantes a su diócesis para fundar una academia, de la cual carecía esa zona. Él, entonces, sin dinero y sin local, fue al alcalde de la localidad, exponiendo el problema, y la misma alcaldía se le ofreció para fundar la primera academia católica. Sin embargo, a la vez, los protestantes lograron fundar otra escuela, pero sin ningún éxito, ya que al cabo de poco tiempo, la academia de San Malaquías tenía ciento veinticinco alumnos, era aprobada por el gobierno y enriquecida con una hermosa biblioteca; y en cambio, la academia protestante sólo llegó a ocho alumnos y sin aprobación gubernamental.
San Malaquías María hizo, pues, grandes obras por el bien del catolicismo en Filipinas, soportando con heroico valor los grandes sacrificios que para él representaban los viajes; pues la mayoría de las veces los tenía que hacer en barca o a caballo. Durante su estancia en Filipinas, le sorprendió la Segunda Guerra Mundial, lo cual fue también una buena ocasión para que demostrara sus grandes dotes y su gran espíritu de sacrificio, sorprendiéndole más de una vez los bombardeos mientras celebraba la Santa Misa. Durante dos años tuvo sólo un litro de vino para la celebración del Santo Sacrificio, y solamente podía usar una cucharada para cada Misa.
En el famoso libro americano: «Mister Roberts», que habla de la Segunda Guerra Mundial, se dan detalles sobre el patriotismo de San Malaquías durante dicha contienda; entre ellos, que estuvo prisionero de los japoneses, aunque quedó liberado más tarde presentando su pasaporte irlandés. Durante la prisión, fue bárbaramente torturado, con funestas repercusiones de salud para el resto de su vida. En el año 1947, y después de siete años en Filipinas, San Malaquías María volvió a los Estados Unidos, realizando su labor misionera en varias parroquias. En el año 1951, fue nombrado director de vocaciones, cargo que ejerció primero en el Colegio de San Columbano, Omaha-Nebraska, y tres años después, en Nueva York, en donde fijó su residencia. Durante los años que ejerció el cargo de director de vocaciones, dio rienda suelta a su ardiente celo por la santificación de las almas, dedicándose, además, con todo ardor a viajar, dar conferencias, etc. Dicha misión fue tan dura que, en el año 1959, solicitó un cambio de labor, encomendándosele el oficio de capellán de la Casa General de las Madres de San Juan Bautista; y, diez años después, fue trasladado al Santuario de la Santa Madre Isabel Ana Bayley de Seton, en Manhattan-Nueva York. También viajó varias veces a Roma para cursar allí estudios.
En el año 1972, en el que ya el progresismo asolaba a la Iglesia Romana, se retiró del obispo bajo cuya autoridad estaba, al seguir dicho prelado el Novus Ordo de la Misa y estar en todo al lado del progresismo; por lo que San Malaquías con toda valentía le hizo frente, uniéndose a otro Obispo, que era de ideas tradicionales. Gracias a la gran difusión de los mensajes de El Palmar de Troya-Sevilla, España, por los Estados Unidos, no sólo mediante el envío de los mismos por correo, sino, además, por las conferencias que en varias ocasiones dio por todo ese país el entonces Clemente Domínguez y Gómez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, San Malaquías María tuvo la oportunidad de conocer El Palmar, recibiendo luz suficiente para ver que en este Sagrado Lugar estaba la verdad, y sólo en él era posible mantenerse en la doctrina tradicional de la Iglesia. En el año 1976, San Malaquías fue a Sevilla, España, correspondiendo a la llamada que Nuestro Señor Jesucristo hacía a todos los Sacerdotes defensores de la tradición, para engrosar las filas de la nueva Comunidad de los Carmelitas de la Santa Faz; y el día 8 de octubre del mismo año, fue consagrado Obispo por el entonces Padre Clemente, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo. En esta ocasión, dicho Padre General de la Orden recibió un mensaje en el que la Santísima Virgen María manifestaba su vivo deseo de que San Malaquías María ingresara como religioso en la Orden, y así consolar su Inmaculado Corazón. San Malaquías, aunque nunca olvidó el valor de estas palabras de su querida Madre Celestial, sin embargo no quiso ingresar todavía como religioso, sino permanecer de momento como secular, para no ser una molestia a la Comunidad, a causa de sus múltiples enfermedades; por lo que, poco después de ser consagrado, salió para Miami-Florida, Estados Unidos.
El día 5 de septiembre de 1979, día en que cumplía sesenta y cuatro años, San Malaquías María ingresó como religioso en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, quedando en Sevilla hasta su muerte. Cuando ingresó y recibió el nombre de Malaquías, quiso añadir el de María, para ser llamado Malaquías María, deseo que se cumplió seis meses después cuando todos los miembros de la Orden recibieron este segundo nombre. El día 24 de octubre de 1979 hizo los votos perpetuos.
Sobre su ingreso como religioso en la Orden, él manifestó: «Cuando vine a El Palmar, hice un voto a Dios de desprenderme de mis familiares, amistades, así como de olvidar totalmente cuanto había hecho anteriormente para el bien de la Iglesia, para entregarme en cuerpo y alma a Dios en esta Orden». Una prueba de esta tajante decisión es la carta manuscrita a su hermano Miguel, sacerdote romano, el día 11 de julio de 1986: «Querido Miguel: Cuántas veces en mis escritos, mis cartas, te he rogado que no vengas a Sevilla a visitarme. El sólo visitar y hablar de los asuntos humanos ya no tienen más valor para mí. Creo que he escrito mis ideas bien claro. Esto no quiere decir que te ame menos. Los asuntos humanos son cosas que pasan. Mis palabras, dijo Nuestro Señor, jamás pasarán. Con toda bendición. Olán». Dicha carta fue entregada por un miembro de la Orden al hermano de San Malaquías, al pretender visitarle a éste en el convento de Sevilla, ya que San Malaquías se negó rotundamente a recibir y hablar a su ya referido hermano Miguel; el cual, para lograr su intento, recurrió a medios policiales y judiciales, con el consiguiente sufrimiento para la Orden. Con este proceder, San Malaquías María se vio obligado a recibir a su hermano, quien quedó totalmente aplastado y humillado por San Malaquías, ya que con toda valentía le dijo en presencia de la policía que no quería verle, y que no le molestara jamás.
San Malaquías María poseía grandes conocimientos de medicina y otras ciencias, entre ellas la grafología, y, además, manejaba el piano, el órgano y el violín. Como religioso en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, se distinguió por su excelente vida espiritual, su gran exactitud y delicadeza en el cumplimiento de las santas reglas, y su veneración extraordinaria al Papa San Gregorio XVII Magnísimo. Era profundamente devoto de la Santa Faz, a la que, decía él con mucha gracia, se la debe imitar, cerrando cada uno los ojos y la boca, a fin de no ver los defectos de nuestros prójimos y no criticar ni juzgar mal de nadie.
Un año y medio aproximadamente antes de morir, estando en la procesión Eucarística de El Palmar, oyó una voz que le decía: «¿Quieres sufrir por Mí?» Y él respondió al Señor que sí, incondicionalmente. Poco tiempo después, comenzaron las señales de la terrible enfermedad de «Paget de los huesos», que día a día se fue acentuando, de manera que se vio obligado a guardar cama hasta su muerte. Y ya en el lecho de dolor, soportó con gran resignación y dulzura las inconveniencias de su enfermedad. Jamás se le oía quejarse, y cuando era visitado por los otros religiosos del convento, les recibía sonriente, como si nada le pasara. En una ocasión, le dijo al médico que si le recetaba medicinas, fuera para curarle y no para aliviarle los dolores. San Malaquías María aprovechó su enfermedad para unirse cada vez más a Dios, con gran edificación de todos. Y a pesar de las molestias, desde su lecho seguía profundamente los temas del Santo, Magno y Dogmático Primer Concilio Palmariano, que veneraba con gran fe, y, además, se interesaba por los problemas de la Comunidad. En los últimos días que precedieron a su muerte, pidió se le trajeran los Dogmas que el Papa Gregorio XVII, había definido últimamente; y cuando se los leyeron, contestó: «Éstas son palabras de otro mundo» (refiriéndose así que era doctrina emanada del Cielo); particularmente, manifestó esta admiración cuando le fueron leídos los Dogmas de la omnipresencia y omnisciencia que alcanzarán los bienaventurados. A pesar de que se hallaba postrado en la cama y con grandes dolores, en muchas ocasiones se incorporaba para celebrar Santas Misas, y se le veía casi siempre con el rosario en la mano, rezando con gran devoción. Los que le asistieron en el momento de su muerte, quedaron verdaderamente admirados de la dulzura de su rostro al expirar, y de la serenidad que se manifestaba en él una vez que pasó de este mundo a la gloria celestial.
San Malaquías María murió el Domingo 19 de octubre de 1986, Festividad del Padre Eterno, a los setenta y un años de edad, en la Casa General de los frailes en Sevilla, España. Fue enterrado en el cementerio de San Fernando en Sevilla, España, el día 20 de octubre de 1986, y trasladado a la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada el día 26 de octubre de 1989.
Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 2 de marzo de 1987.
Santa María Gregoria de la Santa Faz y de María Auxiliadora
Apóstola Mariana. Religiosa de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Alma Víctima. Adoradora de Cristo en el Sagrario.
Llamada en el siglo María Otilia Wilhelmina Schmidt, nació el día 6 de enero de 1893, en Klein Hoschütz-Silesia, Polonia, pueblo que desapareció totalmente en la Segunda Guerra Mundial. Sus padres fueron Francisco Schmidt y Ana Schmidt.
Estudió para profesora de lenguas, y al terminar los estudios ingresó en 1917 en la Orden de las Hermanas Profesoras. Hizo sus votos temporales en el año 1918 y los perpetuos en el año 1925. Pasó los años de la Primera Guerra Mundial en Breslau, donde había una gran escasez de alimento. Su única hermana murió de hambre. Santa María Gregoria pasó sesenta y dos años en su Orden, y habiendo recibido los mensajes y los documentos del Papa San Gregorio XVII Magnísimo, se dio cuenta plenamente de que éste era el verdadero Papa, por lo que decidió dejar su convento para ingresar en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Además, no podía aceptar el masónico «Novus Ordo» de la Misa.
Cuando ella estaba en el aeropuerto esperando el avión para Sevilla, España, llegó la Madre Provincial para persuadirla de que volviera a su convento. Mas, la contestó: «¡Prefiero morir antes!» Santa María Gregoria ingresó en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz el día 26 de agosto de 1979. Hizo sus votos temporales el día 23 de noviembre de 1979 y los perpetuos el día 2 de marzo de 1982. Estaba muy delicada de salud, pero se esforzaba maravillosamente para llevar la vida de la Comunidad, yendo desde Sevilla a El Palmar de Troya tan a menudo como podía. Siempre tuvo un grandísimo deseo de aprender la lengua española, y aprendió muy rápidamente a rezar todas las oraciones palmarianas y a traducir los documentos del Santo Padre. Asistía con regularidad a la clase española, y hasta la última semana de su vida hizo lo posible para aprender la lengua. Santa María Gregoria era una religiosa excelente, con un espíritu maravilloso de obediencia. Cuando algo necesitaba, mientras pudo, lo pedía arrodillada. Amaba mucho la vida de la Comunidad y procuraba cumplir las Santas Reglas con la máxima perfección.
Padecía constantemente por su mala salud. A partir del año 1982, ya era incapaz de valerse por sí misma, y se la encomendó la misión especial de acompañar siempre a Jesús en el Santísimo Sacramento. Cada mañana era llevada en brazos y puesta en una silla de ruedas para la Santa Misa. Después del desayuno, era llevada otra vez a la Capilla y quedaba allí en adoración al Santísimo Sacramento hasta poco antes de la comida. Rezaba continuamente y cantaba todos los cánticos de El Palmar. Muchas veces, estando sola, hablaba con el Señor en alta voz: «¡Jesús, soy tan feliz por estar contigo! Ahora no estás solo». Por la tarde, cuando no podía desplazarse de Sevilla a la Basílica de El Palmar, era llevada de nuevo a la Capilla, y allí permanecía delante del tabernáculo hasta media noche en que llegaba la Comunidad desde El Palmar. Prácticamente, estaba todo el día delante del Santísimo Sacramento, pidiendo muy especialmente por la Iglesia, por el Papa y por la Orden. Era tal su gozo por acompañar siempre a Jesús Sacramentado, y la responsabilidad que ella sentía en el cumplimiento de este deber, que cuando no era posible bajarla a la Capilla inmediatamente, recordaba a las otras religiosas la obligación que ella tenía con el Santísimo Sacramento. Llevaba una vida interior muy intensa, sentía una gran predilección por el ejercicio del Santo Viacrucis, y observaba casi continuo silencio. Como ella deseaba vehementemente ir a la Basílica de El Palmar todos los días, lo cual no siempre la era posible, muchas veces solía exclamar: «Ahora no soy capaz de viajar a El Palmar. Mas, cuando esté en el Cielo, iré todos los días. ¡Oh, qué hermoso es El Palmar!» Una de sus últimas visitas que hizo a ese Sagrado Lugar, fue en septiembre del año 1985. Era un día en que el Papa San Gregorio XVII Magnísimo predicó. Ella, llena de alegría, sentada muy derecha en su silla de ruedas, escuchaba con sumo gozo las palabras del Papa, esforzándose con todo su corazón para comprenderlas.
Cuanto más se iba aproximando el día de su muerte, aumentaba con más vehemencia su deseo de ir al Cielo. El día 3 de diciembre de 1985, ya no la fue posible levantarse de la cama.
El día 15 de diciembre de 1985, entregó su alma a Dios, mientras las religiosas rezaban al lado de su cama, en la Casa General de las monjas en Sevilla. Santa María Gregoria manifestó, antes de morir, que la Santísima Virgen María la había visitado.
Fue enterrada el día 16 de diciembre de 1985 en el cementerio de San Fernando en Sevilla, España, y trasladada a la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada el día 11 de octubre de 1989.
Canonizada por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 20 de febrero de 1986.
Santa María Martina de la Santa Faz y del Sagrado Corazón de Jesús
Apóstola Mariana. Religiosa de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Alma Víctima.
Llamada en el siglo Isabel Fisbeck, había nacido el día 19 de octubre de 1898, en Oberhausen-Renania, Alemania. Sus padres se llamaban Germán Fisbeck e Isabel Rath. Era la primogénita de ocho hijos. Sus padres eran profundamente piadosos, e inculcaron en sus hijos un amor grande a la Santa Madre Iglesia y al Papa. Santa María Martina, desde su infancia, sintió la llamada a la vida religiosa, mas de momento tuvo que conformarse con el deseo, a causa de su mala salud, ya que padecía un asma aguda. Trabajó en el negocio de su padre; y como hija mayor que era, tuvo la responsabilidad de todo el trabajo de oficina en ese negocio, que era muy grande. En el año 1929, a los treinta y un años de edad, fue admitida en un instituto misionero recién fundado: Nuestra Señora de las Misiones. Los cinco meses de postulantado, los hizo en Friburgo, Suiza. Después fue a la Casa Madre, en Hastings, Inglaterra, donde pasó el noviciado, hizo sus votos y vivió más de veinte años, ocupando muchos puestos importantes en el Instituto. En el año 1949, volvió a Suiza, y se estableció en Friburgo, encargándose de los estudiantes de la Universidad de esta ciudad. En 1954, se trasladó a Lyon, Francia, en donde se hizo cargo de una casa para ciegas, llevando a cabo un apostolado maravilloso. Durante los veinticinco años que estuvo en Lyon, vio cómo empezó el terrible modernismo en la Iglesia. La hermosa capilla antigua de su convento fue totalmente modernizada, las imágenes retiradas o destruidas. Santa María Martina sufrió terrible martirio al ver la autodestrucción de la Santa Madre Iglesia, que tanto amaba y servía con fidelidad. Mas puso toda su confianza en la Santísima Virgen María.
Un día 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen, vio en el buzón de su convento un sobre grande dirigido a ella de América, desconociendo al remitente. Contenía los mensajes de El Palmar de Troya-Sevilla, España, dados al entonces Clemente Domínguez, hoy el Papa San Gregorio XVII. Fue una gran alegría para ella la lectura de los mensajes, y lloró de gozo, diciendo: «¡Cuán buena es la Madre de Dios!» Escribió a su familia para que la arreglaran el envío de los mensajes de El Palmar desde Alemania, creyendo todo lo que leía. Un día, recibió el decreto del Papa San Gregorio XVII, que obligaba a los religiosos y a las religiosas a que abandonaran sus conventos para ingresar en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Enseguida, ella se preparó secretamente. A las cinco de la mañana, mientras todos dormían, llamó un taxi, y luego tomó un tren desde Francia a Alemania, en donde vivió con su familia hasta que arregló todo para ir a El Palmar. El día 26 de marzo de 1979, Santa María Martina ingresó en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Desde el primer momento, manifestó a todas las otras religiosas su gran amor y fe en el Papado de San Gregorio XVII, y la misión de la gran Orden de los Últimos Tiempos, a la que ella ya pertenecía. Este amor y fuego creció día a día. Repetía con frecuencia, que era necesario leer mucho los Documentos del Santo Padre en la lengua española, porque en ésta se transmite el fuego del Sumo Pontífice. Santa María Martina hizo sus votos perpetuos el 23 de noviembre de 1982. Fue una religiosa excelente, con extraordinario amor y respeto a sus superioras. Dada su salud extremadamente delicada, padecía una gran dificultad en la respiración, lo cual hizo de su vida un continuo y verdadero martirio. A pesar de esto, se distinguió por su perfecta fidelidad en el cumplimiento de sus deberes diarios. Llevó la vida religiosa heroicamente hasta su muerte, inmolándose por el triunfo de la Santa Madre Iglesia y del Papa. Santa María Martina, después de recibir los Últimos Sacramentos y la Bendición de Su Santidad, entregó su alma a Dios el día 2 de enero de 1987. Canonizada por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 2 de marzo de 1987. Está enterrada en la cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada.
Santa María Paula de la Santa Faz y de la Cruz
Apóstola Mariana. Religiosa de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Doctora. Mística. Estigmatizada. Mártir Espiritual. Protectora de la Santa Sede Palmariana. Santa María Paula de la Santa Faz y de la Cruz llamada en el siglo María Catalina Pathe, había nacido en Nenagh-Tipperary, Irlanda, el día 3 de agosto de 1893. Sus padres eran Guillermo Eugenio Pathe y Anastasia O’Sullivan, bien acomodados y profundamente católicos. De este matrimonio nacieron trece hijos, siendo ella la tercera de sus hermanos. Todos ellos recibieron cristiana educación; incluso, tres fueron Sacerdotes.
Santa María Paula hizo sus estudios primarios en el colegio de su pueblo natal; después, estuvo en varios colegios profesionales, terminando en Manchester-Inglaterra, Gran Bretaña. Luego, fue a Barcelona, España, como institutriz de la familia de unos marqueses, siendo ella considerada como un miembro más de la noble familia, dado el gran cariño que siempre la profesó la marquesa; la cual, la infundió un gran amor a España y a los españoles, que Santa María Paula conservó hasta el último momento de su vida. Después de dos años, volvió a Irlanda a causa de una grave enfermedad de su madre. En este tiempo de su vuelta a Irlanda, se fundó la Orden de los Padres Columbanos, y Santa María Paula tomó la responsabilidad de toda la organización doméstica de la casa, incluido los seminaristas. Este trabajo fue ideal para ella, pues su respeto y amor a los seminaristas era inmenso, y su celo la impulsó a ayudarles hasta espiritualmente, infundiéndoles alegría y fe con sus piadosos consejos. Durante su labor en este seminario, se fundó la rama femenina de la Orden, y la santa se ofreció como miembro de la misma; mas, el fundador, después de pedir luz en la oración, la dijo a ella que su vocación no era la vida religiosa, sino el matrimonio. En el año 1919 Santa María Paula casó con Guillermo Vicente Higginbotham. Después se mudaron a Dublín, en donde su esposo residía, permaneciendo en esta ciudad. En su matrimonio, que fue muy feliz y profundamente religioso, nacieron cinco hijos.
Santa María Paula dedicó veinticinco años de su vida al apostolado de la Legión de María. Su misión fue la salvación de las prostitutas y otras mujeres de mala vida. Su amor y compasión por estas pobres almas pecadoras era tan grande, que llegó a convertir a muchas; pues, ella misma, las llevaba a confesar, arreglaba sus matrimonios y llevaba a bautizar a sus hijos. Además, las visitaba en los hospitales y las ayudaba a morir cristianamente. Durante este doloroso y penoso trabajo, recibió muchos ataques del demonio; mas, ella, siempre invocaba la protección de la Santísima Virgen María. Santa María Paula quedó viuda en el año 1974. En sus numerosos viajes que hizo por Europa, e incluso por América, visitó muchos santuarios y lugares de apariciones marianas. Un día encontró en Bilbao un vecino suyo de Dublín y la dijo a ella que ahora debería ir a El Palmar de Troya-Sevilla, España, ya que este Sagrado Lugar era la perla de todas las apariciones. Ella visitó El Palmar de Troya. En la segunda vez que fue a este Sagrado Lugar, sintió que la Santísima Virgen la infundía algo muy grande en su interior; por lo que la tercera vez que fue a El Palmar de Troya, determinó ya quedarse a vivir, sintiendo una gran paz en su alma.
Santa María Paula ingresó en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, el día 22 de abril de 1976, a la edad de ochenta y dos años. Y debido a su gran espíritu de sencillez, ella se adaptó muy fácilmente a la vida religiosa, entregándose con cuerpo y alma al Señor. Desde el principio, siempre estuvo muy dispuesta en cumplir todo lo que mandaba la santa obediencia, y, además, aceptaba todo con gran naturalidad. Y si bien en los primeros momentos de su vida religiosa, sintió mucha nostalgia por su familia y su tierra, la ayudó a perseverar su gran fe en El Palmar y su mucho amor a su santa vocación. Santa María Paula hizo sus votos perpetuos el 23 de noviembre de 1979. Tuvo un gran espíritu de oración y penitencia; y a pesar de su avanzada edad, hasta poco antes de su muerte, permaneció siempre arrodillada durante las largas horas de culto en la Basílica Catedralicia Palmariana. Sentía un especial amor por la Adoración Nocturna, que se celebraba todos los sábados. Ella misma, poco antes de su muerte, comunicó a otra religiosa mayor, que nunca en su vida había rehusado nada al Señor. Siempre gozó en el convento de buena salud, lo cual la permitía vivir la vida de comunidad con entera normalidad. El gran don de Santa Paula, fue el amor. Ella amaba con gran vehemencia a todos los religiosos y religiosas de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, y rezaba muy intensamente por la perseverancia de los más jóvenes. Su amor y veneración por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, era indecible; y siempre que le nombraba o hablaba de él, lo hacía con tal entusiasmo, que rebosaba su alma de santo delirio. El amor a Nuestro Señor Jesucristo y a la Santísima Virgen María, llenaba completamente su alma. Las cartas que ella dirigía a su familia y otras personas, así como todos sus demás escritos, están repletos de expresiones de ese amor divino. Sentía verdadera locura de amor por el Santísimo Sacramento y permanecía junto al Sagrario todo el tiempo que se lo permitían sus deberes. Su vida espiritual fue de elevado misticismo. Ella misma cuenta en sus memorias, la dolorosa transverberación sentida mientras oía la Santa Misa y de cómo quedó ella toda inundada de amor divino, que la impulsó a escribir: «¡Oh!, el amor que penetró todo mi ser. Me embriagué con el impacto de aquella gran experiencia y exclamé: ¡Oh Dios!, no es de asombrar que los santos murieran de amor; padeciendo, era el sufrimiento de amor. ¡Oh Dios!, perdóname los años que pasé amando las cosas del mundo, de lo que ahora veo la vanidad! Te ofrezco mi vida; pero más, querido Salvador, anhelo derramar cada gota de mi sangre. ¿Me considerarías digna? ¡Tarde te he amado! Cuando contemplo tu Faz y veo el sufrimiento en tus Ojos, el sufrimiento que nuestros pecados te causaron, que mi corazón y mi alma jamás cese en gritar: ¡Te amo, te amo, te amo! ¡Oh, Dios de Bondad y de Misericordia, enséñanos más y más los misterios de tu Cruz…!» Es hermosísimo leer en sus escritos la consoladora visita que la hicieron Cristo y María el 29 de octubre del año 1987, cuando ella se hallaba en su celda. He aquí una de sus oraciones constantes: «Oh, María, vela la hora de la salida de mi alma, cuando pierda posesión de todo lo terreno y quede descubierta en la presencia de mi Divino Redentor. Oh, entonces, sea mi Madre la que ponga los infinitos méritos de su Divino Hijo, en la balanza de la justicia, en favor de mi alma. Amén». Una de las grandes dotes naturales de Santa María Paula, cada vez más intensificada por la vida sobrenatural, era el de la sana alegría; la cual fluía de su alma con tal ímpetu, que se exteriorizaba de manera irresistible, y hasta contagiaba de su gozo a los demás.
Al comenzar el año 1991, la salud de Santa María Paula fue empeorándose. Se sentía cada vez más débil y hablaba frecuentemente de su próxima y definitiva partida. Sentía un gran deseo de ir al Cielo. El día 22 de enero, tuvo una ligera congestión; y, aunque fue seguida de cierta mejoría, el día 31 del mismo mes la repitió con más intensidad, quedando paralizado gran parte de su cuerpo. Al día siguiente, se la administraron los Últimos Sacramentos. Hasta el último momento de su vida conservó perfectamente sus facultades. Pocos días antes de su muerte, comunicó a una de las monjas que jamás había cometido pecado grave en su vida. Era conmovedor para las religiosas que la asistían, escuchar cómo llamaba a la Santísima Virgen María, recordándola su promesa de que la vendría a buscar, repitiendo con llanto: «¡Oh, María, tú has prometido venirme a buscar, y no has venido todavía!» Y con el rosario en la mano, como el que tiene un arma poderosa, con gran firmeza, y velando como un soldado, permanecía la noche entera rezando. Los que tuvieron la dicha de visitarla en las vísperas de su muerte, quedaron edificados por la gran vehemencia y desbordante alegría con que deseaba y esperaba la muerte, para ir al Cielo.
El Domingo, día 3 de febrero de 1991, Santa María Paula entregó su alma a Dios en la Casa General de las monjas de Sevilla, España. Fue enterrada el día siguiente en la cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada. Canonizada por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 5 de febrero de 1991. Declarada Doctora de la Iglesia por el mismo Papa el día 10 de enero de 1998.
Santa María Petra de la Santa Faz y del Dolorido e Inmaculado Corazón de María
Apóstola Mariana. Religiosa de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Alma Víctima.
Llamada en el siglo Isabel Brígida Powers, nació el día 14 de agosto de 1912, en Lynn-Massachusetts, Estados Unidos. Sus padres, Jaime Powers y Brígida Madden, eran irlandeses y profundamente católicos. De este matrimonio nacieron nueve hijos. Cursó sus estudios primarios y secundarios con las Hermanas de Nuestra Señora de Namur, en el colegio de Santa María, en West Lynn. A la edad de siete años, al comenzar el colegio con las monjas, fue cuando sintió por primera vez la llamada a la vocación religiosa. Durante sus estudios secundarios, por una providencia especial, las alumnas hicieron en el colegio un profundo estudio de las profecías de San Malaquías sobre los Papas. Más tarde, esto la sirvió a ella de gran ayuda para reconocer enseguida al verdadero Papa: Su Santidad Gregorio XVII. La madre de Santa María Petra procuró infundir en los corazones de sus nueve hijos las virtudes de generosidad, rectitud y valentía, junto con la humildad y mansedumbre; de las cuales, Santa María Petra supo aprovecharse maravillosamente, ya que las practicó continuamente durante toda su vida, asistiendo también diariamente a la Santa Misa, entre otras muchas devociones. Hizo su Primera Comunión en el segundo año del colegio. Según ella refiere, a partir de esta fecha, Jesús Sacramentado tomó posesión totalmente de su corazón.
El día 7 de marzo de 1935, Santa María Petra ingresó en la congregación de las Hermanas Misioneras de la Sociedad de María, en Boston-Massachusetts, Estados Unidos. Desde aquí la mandaron a Bedford, a unas veinte millas de Boston. En el año 1940, fue destinada a las misiones de la Isla de Samoa. En dichas misiones trabajó durante cuarenta y cuatro años como profesora en los colegios de su congregación. Se esmeró en preparar bien a los niños mediante la catequesis y demás prácticas piadosas, y fue una gran apóstola del Santo Rosario. En el año 1978, pudo conseguir un libro publicado en inglés sobre los Mensajes de El Palmar de Troya-Sevilla, España. Se enteró que el vidente Clemente Domínguez, había sido ordenado Sacerdote y consagrado Obispo, así como del accidente en que perdió la vista. A pesar de haber solicitado muchas veces más información actualizada de los acontecimientos de El Palmar de Troya, no recibió ninguna hasta cinco años más tarde.
El día 11 de octubre de 1984, Santa María Petra se enteró por primera vez, a través de unas señoras pertenecientes a un grupo de oración, que el vidente Clemente Domínguez era ya el Papa Gregorio XVII, de Glória Olívæ. Enseguida, con el grupo de oración, deseó ser palmariana; e incluso, a ser posible, religiosa Carmelita de la Santa Faz. Al poco tiempo, llegó a este grupo un matrimonio palmariano de Nueva Zelanda, que las informó sobre todos los acontecimientos de El Palmar de Troya y la aseguró a ella que no había ningún obstáculo para ser una religiosa de El Palmar. Todos los del grupo de oración, dieron gracias a Dios por haber salvado a la Iglesia de una manera tan milagrosa y por el nombramiento del Papa Palmariano. Santa María Petra se dedicó plenamente a difundir que en El Palmar es donde está la Iglesia Católica, distribuyendo mucha propaganda, principalmente a los sacerdotes de la Isla de Samoa. De ahí empezó la persecución por parte del cardenal, y otras jerarquías, de la iglesia romana en la isla. Muchos que creían en El Palmar, sucumbieron al no tener fuerza para resistir tantos contratiempos y persecuciones. Mas, a pesar de todo, Santa María Petra permaneció firme en la Fe Palmariana, por lo que el cardenal dio orden para que fuera trasladada inmediatamente a las Islas Fiji. Este traslado, ella lo aceptó muy gustosamente, pensando que era la primera etapa de su largo viaje a El Palmar de Troya para ser una Carmelita de la Santa Faz. Después de la Navidad del año 1984, fue mandada a Boston-Massachusetts, Estados Unidos, y la madre provincial la dijo que la comunidad pagaría su billete a España. La hicieron esperar mucho tiempo, pues pensaban que cambiaría de parecer; mas, ella, permaneció fiel a su decisión de ser Carmelita de la Santa Faz, por lo que la madre provincial la compró su billete para que viajara a España.
Santa María Petra llegó a Sevilla el día 5 de marzo de 1985, ingresando este mismo día como religiosa en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Hizo sus votos perpetuos el 23 de noviembre de 1989. Fue siempre una religiosa ejemplar y muy cumplidora de las Santas Reglas. Era de carácter fuerte, pero luchó continuamente para dominarse; de tal manera, que llegó a ser tan dócil como una niña a todos los mandatos de sus superioras. Su amor a El Palmar y al Vicario de Cristo, el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, era inmenso. Daba siempre gracias a Dios y a la Santísima Virgen María por haberla llevado a El Palmar. Decía que El Palmar es la antesala del Cielo. Tenía gran caridad y amor para con todas sus hermanas, y jamás se la oyó criticar a nadie. Nunca juzgaba a los demás aunque la trataran con poca delicadeza, siendo ella de modales muy educados. Tenía una alegría celestial que irradiaba todo su ser. Era modelo de obediencia.
En los últimos años de su vida, Santa María Petra sufrió terribles dolores en todo su cuerpo, debido a una desviación grande de la columna, sin que nunca se la oyera quejar; solamente, a veces, gemía por lo bajo. A pesar de sus grandes dolores, nunca quiso dejar de ir a El Palmar diariamente, ni a la Adoración Nocturna; solamente si la superiora la mandaba quedar en casa. Y muchas veces, en los últimos meses de su vida, cuando llegaba a la Basílica de El Palmar tenía que sentarse doblada de cintura para abajo, y así permanecía más de una hora, debido a los terribles dolores causados por el viaje en el coche. No quería pastillas para el dolor, pues decía que Dios necesitaba de nuestros sufrimientos para salvar las almas. Su última semana en la tierra la pasó con mucho sufrimiento, ya que no podía valerse sola, lo cual era para ella de gran humillación. El sábado 5 de febrero de 1994, por la mañana, Santa María Petra se encontraba muy mal. Pidió los Últimos Sacramentos, que la fueron administrados enseguida. Por la tarde empeoró y las religiosas rezaban con ella. Y a pesar de sus grandes dolores y sufrimientos, no dejó ni un momento de decir jaculatorias. Falleció el día 6 de febrero de 1994 en un convento de las monjas Carmelitas de la Santa Faz en Sevilla. Fue enterrada al día siguiente en la cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada. Canonizada por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 2 de marzo de 1994.
Santa María Teresa de la Santa Faz y de la Milagrosa
Apóstola Mariana. Religiosa de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Cofundadora. Matriarca. Doctora. Protectora de la Santa Sede Palmariana.
Llamada en el siglo Francisca Bernarda O’Malley, nació en Dublín, Irlanda, el día 11 de febrero de 1938, y fue bautizada a los pocos días. Sus padres se llamaban Cristóbal Roberto O’Malley y Francisca Gill, canonizada por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo. Era la octava de los nueve hijos tenidos en el matrimonio. Su madre era profundamente piadosa e inculcó los deberes de la fe católica en todos sus hijos. Santa María Teresa supo aprovecharse de las buenas enseñanzas maternas, por lo que fue muy piadosa desde niña. Su padre era coronel del ejército irlandés y jefe del campo militar de Gormanstown-Drogheda; y después de haber sufrido unos reveses de fortuna, murió el día 17 de febrero de 1947, cuando su hija tenía nueve años de edad, quedando la familia en extrema pobreza. El virtuoso ejemplo de su madre al verse sola y con muy pocos medios para sacar a sus nueve hijos adelante, contribuyó mucho a la formación del carácter de su hija.
Santa María Teresa cursó sus estudios primarios y secundarios en el colegio de las monjas de Loreto (Madres Irlandesas), en la ciudad de Bray, del condado de Wicklow, adonde se había trasladado la familia en el año 1941. Aquí recibió una profunda formación religiosa. Siendo ella niña, dado su excelente comportamiento, el profesorado la consideró digna para ser recibida como hija de María; lo cual tuvo lugar en la Fiesta de la Inmaculada Concepción, consagrándose con gran alegría y todo su ser a la Santísima Virgen María. Cuando tenía quince años, se hizo miembro de la Legión de María; participando, con mucho interés y celo, en todas sus reuniones y actividades de acción católica. Esta asociación y la de las Hijas de María imprimieron en su alma la devoción profundamente mariana que profesó toda su vida.
Santa María Teresa, a los dieciocho años de edad, una vez terminados sus estudios, se colocó en una entidad bancaria de Dublín. En el año 1959, se ofreció a la Legión de María, y fue enviada a Alemania, con otra joven, para trabajar en una fábrica a fin de contrarrestar el comunismo y el ateísmo entre los trabajadores y extender la devoción a la Santísima Virgen María. Después de estar allí un tiempo, enfermó de tuberculosis del riñón y tuvo que estar internada en un hospital durante más de un año. Cuando recuperó su salud, se presentó de nuevo en la oficina central de la Legión de María para el apostolado en el extranjero. Esta vez, la enviaron a Suecia, país muy conocido por su corrupción moral. En Estocolmo, se colocó en la Embajada de Irlanda a fin de tener más medios para vivir. Al poco tiempo, dejó dicho trabajo porque exponía su alma a ciertos peligros.
Santa María Teresa se dedicó de lleno al apostolado, y viviendo de lo que la daba la gente y pasando con mucha frecuencia necesidad. Fundó muchos centros de la Legión de María en todas partes de Suecia. Aquí conoció a un Sacerdote, que luego sería Obispo en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, hoy San Fulgencio María de la Santa Faz, quien facilitó mucho el trabajo de Santa María Teresa. Ella fue instrumento muy eficaz para salvar la vocación de muchos Sacerdotes que se encontraban en gravísimo peligro, debido a la terrible inmoralidad reinante.
El día 6 de abril de 1967, cuando la Santa estaba todavía en Suecia, murió su madre. En el año 1972, tuvo que dejar su apostolado en Suecia, porque el Obispo, ya progresista, la mandó quitar el nombre de María de la Legión mariana; hasta el punto que si ella no lo hacía, se vería obligado a cerrar los centros que tenía en Suecia. Ella dijo que jamás consentiría en quitar el nombre de su Bendita Madre Celestial de la asociación, por lo que fue obligada a retirarse. Volvió a Irlanda y contó lo ocurrido al Fundador, quien aprobó su proceder, y dijo que jamás se podía permitir semejante ultraje a la Madre de Dios. Poco tiempo después, Santa María Teresa fue a Inglaterra, hizo unos estudios sociales y se colocó en un colegio reformatorio católico para chicas delincuentes y prostitutas, en donde trabajó con mucho fruto, llegando a reformar a algunas totalmente.
En el año 1975, se enteró de las Apariciones de la Santísima Virgen María en El Palmar de Troya-Sevilla, España, por medio de San Fulgencio María, que estaba en una parroquia de Londres. Él fue a El Palmar de Troya para la peregrinación de la Semana Santa del mismo año y se quedó ya en este Sagrado Lugar. San Fulgencio María escribió a Santa María Teresa, diciéndola que la Virgen María y la santa tradición estaban en El Palmar, que debía dejarlo todo y responder a la llamada de la Madre Celestial. Tras recibir la carta, ella se despidió de su trabajo, se desprendió de todos sus bienes y se fue a El Palmar. Era persona muy instruida, sobre todo en materia religiosa, y sabía hablar, además del inglés, el español, el alemán y el sueco.
Santa María Teresa llegó al Sagrado Lugar de El Palmar de Troya en el mes de julio del año 1975, para quedarse. Vivió en la Casa de Peregrinos como fiel hasta la fundación de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, que fue el día 23 de diciembre de 1975, siendo una de las primeras que se ofreció, para la nueva Orden religiosa, al Padre Fundador y General, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, ingresando como religiosa el mismo día de la fundación. Tras ser expulsada la primera Superiora General por el Padre Fundador, éste puso a Santa María Teresa como primera responsable de la comunidad de monjas.
El día 6 de abril del año 1976, el Padre Fundador y General de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, el entonces Obispo Primado Padre Clemente Domínguez y Gómez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, se vio obligado, para no entrar en prisión, a salir de España, acompañado de diecisiete Obispos, ocho Sacerdotes y dos legos, a causa de la presión del juez de instrucción de Utrera instigado por el apóstata cardenal de Sevilla, José María Bueno Monreal. Gracias a la actitud valiente y leal de Santa María Teresa, se evitó una posible división en la comunidad de las Religiosas Carmelitas de la Santa Faz promovida por un obispo palmariano, que luego apostató. El Padre Fundador y General, con sus religiosos, regresó a Sevilla procedente del exilio, el día 28 de abril de 1976. El día 29 de septiembre de 1976, el Padre Fundador y General de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, nombró Superiora de las monjas a Santa María Teresa. Y el día 17 de julio de 1978, cuando él se encontraba en Santa Fe de Bogotá, capital de Colombia, llamó a Santa María Teresa para que se trasladase inmediatamente allí con otra religiosa, para fundar un convento de monjas. El día 2 de agosto del mismo año, el entonces Obispo Primado, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, fue encerrado, durante dos horas y media, con todos los demás Obispos que le acompañaban, en la cárcel del Departamento de Policía (el D.A.S.) de Santa Fe de Bogotá. También ella y la otra monja que la acompañó desde España, estuvieron en la misma cárcel, aunque en otra celda distinta de la de los Obispos. Esta prisión fue motivada por la condena que el cardenal de Bogotá hizo contra todos ellos y que fue publicada en los periódicos.
El día 6 de agosto de 1978, cuando estando aún en Santa Fe de Bogotá, murió el Papa San Pablo VI, ese mismo día, Nuestro Señor Jesucristo, acompañado de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, confirió el Sacramento del Papado y coronó al entonces Obispo Fernando, pasando éste a ser el Papa sucesor de San Pablo VI, con el nombre de Gregorio XVII. Santa María Teresa estuvo presente en este magno acontecimiento para la Iglesia Católica. Ese mismo día, en uno de los mensajes dados al referido Sumo Pontífice Palmariano, la excelsa Reformadora del Carmelo, Santa Teresa de Jesús, la nombró Cofundadora, con el Fundador y Padre General, de la rama femenina de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Tres días después, el 9 de agosto, el Papa San Gregorio XVII Magnísimo y demás religiosos llegaron a Sevilla procedentes de Santa Fe de Bogotá.
El día 23 de noviembre de 1979, Santa María Teresa profesó los votos perpetuos. Siempre vivió entregada a la voluntad de Dios, y rezaba constantemente para saber lo que Dios quería de ella, y una vez que lo sabía no paraba hasta ejecutarlo. Tenía un amor extraordinario a Dios, Nuestro Señor, a la Santísima Virgen María, al Santísimo José y a Santa Teresa de Jesús. Todas sus cartas de dirección espiritual a sus hijas, están llenas de ese amor divino que la embriagaba. Su devoción al Niño Jesús era muy tierna; hizo mucho para propagar su culto entre sus hijas religiosas. Sentía gran amor y veneración por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo. Comprendía cuánto sufría al ver que la inmensa mayoría de la humanidad vive de espaldas a Dios. Hubiera ella dado la vida gustosamente por el Santo Padre. En su diario, consta que pidió a Dios el martirio. Su capacidad para perdonar y olvidar las ofensas era muy grande; después, trataba a la persona que la había ofendido como si nunca hubiera hecho nada contra ella. Era muy desprendida de todo lo material y sólo guardaba para ella lo que era más esencial para su uso personal. Todo lo que recibía de regalos, lo regalaba enseguida.
Santa María Teresa era muy caritativa con los pobres. Ayudaba a varias familias con comida, y nunca pasaba a un pobre por la calle sin darle una limosna, y a veces unas palabritas de consuelo, siempre acompañadas de una sonrisa. Siempre fue muy querida dentro y fuera de la comunidad. Cuando ya no podía ir a la calle por el agravamiento de la enfermedad que la causó la muerte, muchos, especialmente los pobres, preguntaban por ella. Tenía gran amor y paciencia para con todas sus hijas religiosas, sobre todo con las más difíciles, aunque también castigaba cuando era necesario. En los primeros años de la Orden religiosa, ella misma se encargaba de la instrucción de las monjas más jóvenes y no dejaba de hacerlo hasta que estuvieran bien encaminadas. Era muy delicada en el trato y sabía inspirar respeto y confianza al mismo tiempo. Su cuidado y atención para con las enfermas y moribundas eran tan grandes, que ella misma velaba junto a ellas día y noche hasta que entregaban su alma a Dios.
Santa María Teresa tuvo muchas alegrías en su vida, pero la mayor parte de su vida caminó por la calle de la amargura por los muchos sufrimientos y contratiempos que tuvo que soportar, sobre todo, los últimos años de su vida, a causa de su última enfermedad, que fue la de Alzheimer, la cual comenzó a manifestarse hacia el año 1988, aunque no se declaró abiertamente hasta 1994. Dos años después esta enfermedad fue confirmada por tres especialistas, viéndose obligado el Papa San Gregorio XVII Magnísimo a relevarla de su cargo de Superiora General al no tener ya capacidad para llevar la comunidad de las monjas, aunque siguió con el título de Cofundadora. Progresivamente, se fueron empeorando sus facultades mentales y físicas.
En la Semana Santa del año 1998, asistió a los cultos de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada. Poco tiempo después, ya no pudo desplazarse más a El Palmar; ni tampoco conocía ya a las personas, salvo algunos ratos de lucidez que tenía de vez en cuando. A partir del 23 de diciembre de 1998, ya no se volvió a levantar más de la cama. Sus miembros fueron cada vez más encajados y rígidos. Como últimamente ya no podía comulgar, recibió diariamente el Sacramento de la Santa Extremaunción. Santa María Teresa, a los sesenta y un años de edad, falleció santamente en Sevilla a las 6h. de la mañana del día 14 de junio de 1999, en la Casa General de las monjas. Dos días después fue enterrada en la cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada.
Canonizada por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 27 de junio de 1999. Declarada Doctora de la Iglesia por el mismo Papa el día 30 de junio de 1999.
San Mateo María de la Santa Faz y de la Inmaculada Virgen María
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María.
Llamado en el siglo, Raúl Horacio Pablo Capitanelli Colombo, nació en la ciudad de Santa Fe, Argentina, el día 15 de octubre de 1926. Sus padres fueron Luis Capitanelli, italiano, e Isidora Petrona Colombo, argentina. Dicho matrimonio tuvo tres hijos. El padre murió cuando San Mateo tenía cinco años, y la madre se hizo cargo de los dos hijos supervivientes, siendo ella profesora de labores.
San Mateo María realizó sus estudios primarios en la escuela estatal, luego en el Colegio del Calvario, y finalmente en el de La Salle. Ingresó en el seminario el día 12 de marzo de 1938, a los once años, donde completó primaria, hizo estudios secundarios, así como filosofía y Teología, siendo ordenado Sacerdote el día 20 de noviembre de 1949, en Guadalupe-Santa Fe. De inmediato fue designado Vicario Cooperador de la parroquia de Nuestra Señora del Pilar, y después de seis meses fue nombrado Pro-Secretario y Vice-Canciller de la Curia Eclesiástica de Santa Fe; designándosele al mismo tiempo asesor de los aspirantes de Acción Católica y profesor del seminario de dicha ciudad. Al poco tiempo, dejó el cargo de la Curia para ocuparse plenamente como profesor del seminario y asesor espiritual del seminario menor.
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Refiere San Mateo, en su currículum vitæ, que pronto se produjeron disturbios dentro del clero, por disconformidad con la Curia y problemas internos del seminario, por lo que el Arzobispo de la diócesis, considerando que el entonces Padre Capitanelli, hoy San Mateo María, era uno de los más reaccionarios, «para que no molestase más», y «para que cambie de ideas», palabras del Arzobispo, le designó como cura párroco de Felicia, pequeño pueblo del interior, con ochocientos setenta habitantes, donde el treinta por ciento de los mismos eran de diversas sectas protestantes. Pueblo difícil, que había estado a cargo de párrocos poco edificantes. Como en dicha parroquia no había ingresos suficientes para la necesaria sustentación del párroco, la situación allí era muy difícil para él. Gracias a la ayuda de su madre, que vivió con él hasta que ella falleció en el año 1966, pudo seguir adelante. A pesar de todo, él trabajó con denuedo para levantar un templo y un colegio. San Mateo María padeció mucho durante el tiempo que fue párroco de Felicia, ya que lanzaron contra él grandes calumnias, y fue objeto de indecibles persecuciones por parte de la jerarquía eclesiástica romana, dada la tenacidad de San Mateo en defender la Santa Tradición de la Iglesia, las apariciones de la Virgen, sobre todo la de El Palmar de Troya-Sevilla, España, y predicar contra las reformas impuestas por el nefasto conciliábulo Vaticano II. En esta serie de contrariedades, le llegó la noticia de la elevación al Trono Pontificio del Papa San Gregorio XVII Magnísimo, y San Mateo María declaró públicamente, y con gran valentía, a todos los fieles de su parroquia, que la Sede de la Iglesia había sido trasladada desde Roma a El Palmar de Troya, ya que Gregorio XVII era el verdadero Papa y Vicario de Nuestro Señor Jesucristo. Inmediatamente, al enterarse el arzobispo de la diócesis, enfurecido por la actitud de San Mateo, dictó contra él un decreto de suspensión y cese en las funciones de párroco de Felicia. Mas, como éste se resistiese a abandonar la parroquia, el arzobispo, recurriendo a la fuerza pública, le expulsó por la acción de la policía. Sin embargo, San Mateo María siguió ejerciendo el culto en su propiedad particular; mas, el arzobispo logró que el Ministerio de Culto lo prohibiese. No por eso él se amilanó, pues, en el Colegio que él conservaba y regentaba, siguió predicando a favor del Papa San Gregorio XVII Magnísimo, hasta que el arzobispo romano logró que el gobierno decretara la intervención del colegio y fuera expulsado del mismo por la policía. Debido a las grandes amenazas recibidas, San Mateo María se refugió, durante año y medio, en Brasil, con intención, además, de viajar a El Palmar de Troya; lo cual no pudo llevar a cabo al serle negado, por las autoridades argentinas, los requisitos necesarios. El día 23 de septiembre de 1978, San Mateo María ingresó como religioso en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz; si bien quedó en Santa María de los Buenos Aires, Argentina, ejerciendo su ministerio sacerdotal, bajo la autoridad del Obispo Misionero Palmariano San Enoc María. El día 17 de abril de 1982, San Mateo María hizo sus votos religiosos y fue consagrado Obispo en la Capilla de la Casa Generalicia de Sevilla, por el Obispo San Leandro María. Con motivo del traslado, en septiembre de 1983, a esta Santa Sede Apostólica del Obispo San Enoc María, misionero de Argentina, San Mateo María le substituyó en el cargo, regentando desde entonces, y hasta su muerte, las diócesis de Argentina, Uruguay y Chile. San Mateo María, a pesar de su delicada salud, ejerció su misión con generosísima entrega y magnanimidad. Era hombre decidido e incansable en su labor pastoral, abarcándolo todo, y cuidando esmeradamente de las distintas Capillas esparcidas en su extenso territorio. Su carácter abierto y tratable, atrajo a no pocos al conocimiento de la verdad. Su celo por la propagación de la Fe Palmariana le distinguió como gran apóstol. Era muy querido por todos los feligreses de sus distintas diócesis, a los que visitaba, en sus incesantes viajes, muchas veces con riesgo de su propia vida, ya que su salud era cada vez más precaria, debido a la grave enfermedad de corazón que padecía. En uno de sus incontables viajes, falleció repentinamente en Felicia-Santa Fe, el día 28 de julio de 1989. Fue enterrado en Buenos Aires, en el cementerio de La Chacarita el día 31 de julio de 1989, y trasladado a la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada el día 17 de septiembre de 1990. Gran sentimiento produjo en los fieles palmarianos argentinos la inesperada muerte de su muy amado pastor, cuya incondicional entrega y heroico sacrificio, no lo olvidarán nunca. Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 31 de agosto de 1989.
San Matusalén María de la Santa Faz y de San José
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María.
Llamado en el siglo Ramón Puigcercós Tordelespart, nació el día 30 de mayo de 1898, en Borredá-Barcelona, España. Sus padres se llamaban José y Rosalía. Su madre tuvo muchas dificultades en el alumbramiento de sus hijos, y el médico la aconsejó no tuviera más, pues peligraba su vida. Ella, como fidelísima católica, desoyó tan mezquina proposición, concibiendo poco tiempo después al que sería San Matusalén María. Poco antes de nacer éste, ella pidió a Dios, que si el nuevo vástago era varón, le aceptara para la vida sacerdotal. San Matusalén María quedó huérfano de padre en su niñez. La gracia de la vocación sacerdotal, la recibió en unos ejercicios espirituales, al leer las profecías de San Vicente Ferrer que su madre le había dado. Tras sus estudios en el seminario, fue ordenado Sacerdote en Vich-Barcelona, España, el día 1 de julio de 1923.
Durante la Gloriosa Santa Cruzada de la Guerra Civil Española, fue muy perseguido por varios comités anarquistas. Mas, por una protección especial de la Santísima Virgen María, pudo pasar la frontera y refugiarse en Francia, en donde ejerció de Párroco en Salles-sous-Bois, del Obispado de Valence, durante algo más de un año. Terminada la guerra, volvió a España, regentando, durante nueve años, la parroquia de San Andrés de Mayans-Barcelona. Grandes dificultades hubo de superar hasta atraer a la Iglesia a muchos de sus feligreses, por el resentimiento que había entre ellos a raíz de la guerra. Mas él, siempre incansable, les decía: «Ya que no venís a mí, voy a vosotros, porque yo no puedo salvarme solo. Soy vuestro párroco». Y así les hablaba de continuo, y con paciencia les esperaba en la Iglesia, invitándoles, además, a cooperar en el arreglo de la misma, casi destrozada, pues había sido destinada como cuartel durante la guerra. Poco a poco, los feligreses más reacios, fueron respondiendo a la llamada de su pastor, manifestando su gran contento. San Matusalén María, de carácter fuerte, genio vivo, inteligente, orador y con un gran don de gentes, era, sobre todo, un Sacerdote con gran fe en la Providencia divina.
Una vez que el Obispo hizo su visita pastoral en la parroquia, quedó estupefacto al contemplar las obras de restauración que San Matusalén María había hecho en la iglesia; por las que le felicitó y mandó hiciese fotografías para mandárselas al entonces Caudillo de España, San Francisco Franco. San Matusalén María tenía siempre como lema decir que había que preocuparse de arreglar antes la Casa de Dios que la casa rectoral. Después, San Matusalén María pasó de nuevo a regentar la parroquia de San Feliu de Saserra-Gerona, en la que había estado años antes de párroco. Su mayor labor la tuvo con las almas. Eran muchos los que solicitaban continuamente su consejo y aliento, y tenía siempre el confesionario lleno de penitentes. La mayor parte del pueblo amaba tanto a San Matusalén María, que cuando cesó de párroco todos lloraban. Después, el Obispo vio conveniente destinar a San Matusalén María al monasterio de Santa María de Ripoll-Gerona, en donde había una comunidad de Sacerdotes, para que allí ejerciera el cargo de Rector, que fue durante unos diez años. Después de una gran labor, se jubiló ya próximo el año 1970, en que sufría una grave enfermedad de corazón.
San Matusalén María conoció El Palmar de Troya-Sevilla, España, en los primeros años de la década de 1970, y leídos sus mensajes, enseguida los aceptó, entregándose desde entonces a la divulgación de esta Obra de Dios, dando testimonio de la misma con valentía y tesón. Una prueba evidente es la siguiente carta que el 11 de febrero de 1980 escribió al obispo romano de Vich: «Excelentísimo Sr. D. Ramón Masnou Boixeda, obispo de Vich. Muy apreciado en el Señor: Por la presente, le informo de la resolución que he tomado en el día de la fecha, por la cual he ingresado en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz de El Palmar de Troya-Sevilla, por entender y creer firmemente que allí se encuentra la verdadera Iglesia. Continuaré rogando por Ud. como lo he hecho hasta ahora. Sin otro particular, le saludo con el mayor aprecio. Ramón Puigcercós Tordelespart». El Papa San Gregorio XVII Magnísimo creyó prudente que San Matusalén María viviese en Barcelona durante unos años, dada su delicadísima salud. En este tiempo, fue Capellán de un grupo de fieles palmarianos en dicha ciudad, bajo la autoridad del Obispo Misionero Palmariano. A finales del año 1984, el Santo Padre le mandó ir a vivir como religioso observante al convento de Sevilla, a lo que San Matusalén María obedeció con gran prontitud y entusiasmo, ingresando en la Comunidad de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz el día 27 de diciembre de 1984, fecha en la que también fue consagrado Obispo tras emitir sus votos perpetuos.
Durante su corta estancia en la Comunidad de Sevilla, estuvo muy enfermo, aceptando con gran amor sus sufrimientos. En su larga y penosa agonía, siempre con el Santo Rosario en sus manos, se le oía rezarlo constantemente, así como invocar a la Santa Faz, a Nuestra Madre del Palmar Coronada, al Santísimo José, del que era muy devoto, y recitar otras muchas jaculatorias, hasta el momento que entregó su alma a Dios con gran paz. San Matusalén María murió santamente en la Casa General de los frailes en Sevilla, el día 28 de enero de 1985. Al día siguiente fue enterrado en el cementerio de Sevilla, España, el día 29 de enero de 1985, y trasladado a la cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada el día 1 de junio de 1989. Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 20 de febrero de 1986.
San Pedro Martín Ngô-dinh Thuc
Obispo. Doctor. Secuestrado por la Gran Logia Judeomasónica vaticanista. Ordenante y Consagrante del Papa San Gregorio XVII Magnísimo y del Papa San Pedro II Magno.
Nació en Hué, Vietnán, el día 6 de octubre de 1897, diez días después que el Papa San Pablo VI.
En 1930 Ho Chi Minh fundó en Vietnán el Partido comunista indochino, base del frente revolucionario Vietminh, fundado en el año 1941. Tras la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial (1941-45), Ho Chi Minh proclamó la independencia en la capital Hanoi el 2 de septiembre de 1945, pero no fue reconocida por Francia, dando lugar a la guerra de Indochina. Los franceses sufrieron una derrota definitiva en Dien Bien Phu en el año 1954, retirándose de Vietnán. Se formaron entonces dos estados vietnamitas independientes: Al norte la república democrática de Vietnán, con un régimen comunista; y al sur, la república de Vietnán con un régimen libre. Un hermano de San Pedro Martín Ngô-dinh Thuc, llamado Ngô-dinh Diem, fue el primer jefe de gobierno, y un año más tarde asumió la presidencia de la nación, siendo su Primer Ministro el hermano de ambos Ngô-dinh Nu. Ambos estaban animados por el ardiente deseo de convertir Vietnán en un estado modelo católico.
En el país, además de los conflictos interiores con los sectarios budistas, había continuos envíos de tropas comunistas del Vietcong, que era el Frente Nacional de liberación de Vietnán del Sur. Al no cumplirse los acuerdos de Ginebra, que garantizaban la reunificación territorial mediante elecciones, en el sur estalló una rebelión promovida por el comunismo y con el apoyo de Estados Unidos, por la cual el presidente Ngô-dinh Diem y su hermano el Primer Ministro, Ngô-dinh Nu, fueron asesinados, después de unas horas en que habían confesado y comulgado en una iglesia católica de Saigón.
San Pedro Martín Ngô-dinh Thuc era Arzobispo de Hué, primado de Vietnán. Alrededor de treinta parientes suyos fueron asesinados por los comunistas. El Arzobispo se refugió en Roma, Italia, pero en el Vaticano encontró sólo progresistas, masones y comunistas.
San Francisco de Paula fue el que alcanzó de la Santísima Virgen la Gracia de que El Palmar de Troya contara con la presencia del Santo Obispo Pedro Martín Ngô-dinh Thuc, siendo traído por un Sacerdote suizo que le conocía. San Pedro Martín Ngô-dinh Thuc, Arzobispo titular de Bulla Regia, antes de Hué, Vietnán, llegó a El Palmar de Troya-Sevilla, España, el día 24 de diciembre del año 1975. Al día siguiente, 25 de diciembre, Festividad de la Navidad, celebró la Santa Misa en el «Lentisco». Después de la Misa se apareció la Santísima Virgen María al vidente Clemente Domínguez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, y le dio un mensaje para San Pedro Martín en el que le decía la necesidad urgente de que él ordenase y consagrase a algunas personas. San Pedro Martín pidió una señal de la veracidad del mensaje. El vidente puso el Niño Jesús en los brazos del Arzobispo, sintiendo éste todo el peso del Divino Niño.
En la noche de fin de año de 1975, ya entrado el día 1 de enero de 1976, San Pedro Martín, en el Lentisco de El Palmar de Troya, ordenó Sacerdotes a Clemente Domínguez y Gómez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, a Manuel Alonso Corral, hoy el Papa San Pedro II Magno, y a tres personas más.
Luego tuvo que enfrentarse a la oposición de los jerarcas de la Iglesia Romana, defendiendo muy bien la licitud de lo que había hecho, ya que era Doctor en Derecho Canónico.
Después viajó para conseguir el Libro Pontifical con el rito de la consagración episcopal, volviendo a El Palmar de Troya el día 10 de enero. Este santo Arzobispo, por la noche, en el Lentisco de El Palmar de Troya, ya entrado el día 11 de enero de 1976, festividad de la Sagrada Familia, y durante el transcurso de la Adoración Nocturna, consagró Obispos al Padre Clemente Domínguez y Gómez, al Padre Manuel Alonso Corral, al Padre Camilo Estévez Puga, hoy San Leandro María de la Santa Faz, al Padre Francisco Sandler, hoy San Fulgencio María de la Santa Faz y a otro Sacerdote más.
San Pedro Martín Ngô-dinh Thuc, redactó un Documento oficial en latín fechado el día 12 de enero de 1976, con firma y sello, para constancia y demás efectos, de estas Ordenaciones, así como de las Consagraciones Episcopales.
Decidió quedarse en la Orden, pero cuando fue a Roma para arreglar sus asuntos y traer sus pertenencias, los enemigos de la Iglesia impidieron su retorno.
El día 17 de enero de 1976 Monseñor Ngô-dinh Thuc, envió desde Roma, Italia, a El Palmar de Troya una carta en la cual decía lo siguiente: «Mi conducta se basaba sobre la seguridad de que esta consagración había sido querida y decretada por Nuestro Señor Jesucristo, la Santísima Virgen y el consentimiento del Santo Padre; todo eso revelado en un éxtasis al Padre Clemente. He vuelto a Roma el 13 de enero de 1976. El 15 de enero por la tarde recibí una convocación del Santo Oficio, para el día siguiente a las 10 de la mañana, 16 de enero. El día siguiente los periódicos de Roma relataron la conferencia de prensa del profesor Alessandri, en la cual hubiera dicho que he incurrido en sanciones de la Santa Sede por haber ordenado Obispos sin mandato del Santo Padre. Estoy en paz con mi conciencia, porque he cumplido todo eso persuadido de haber obedecido a Nuestro Señor, a la Santísima Virgen y al Santo Padre. Hecho en Roma, este sábado, 17 de enero de 1976. Posdata: Es muy probable que no me permitirán entrar más en España. Actualmente se me prohíbe salir de Roma. Si no puedo regresar a España, os lo escribiré».
Era un hombre de oración y celebraba la Santa Misa tradicional. En El Palmar de Troya llevó el Santísimo en la Procesión Eucarística. Era un gran amante de la Santa Tradición, que sufría profundamente al ver la desolación de la Iglesia en la Doctrina, en la Liturgia y en la Moral Cristiana, y reconocía que la destrucción de la Iglesia era dirigida por enemigos disfrazados.
Murió el día 13 de diciembre de 1984.
Canonizado y declarado Doctor de la Iglesia por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 15 de marzo de 1998.
San Rafael María de la Santa Faz y de María Auxiliadora
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Doctor. Apóstol del Santo Sacrificio de la Misa.
Llamado en el siglo Andrés Dombrovsky, hijo de José Dombrovsky y de Matilde Roll, nació en Mirasol-La Pampa, Argentina, el día 12 de abril de 1915, según le dijeron sus padres; pero en los documentos oficiales consta como su fecha de nacimiento el día 8 de mayo de 1915, pues sus padres vivían en el campo, muy lejos del pueblo, y hasta este día no pudieron ir para inscribirle en el registro. Sus padres, muy creyentes y piadosos católicos, siempre habían querido que Dios regalara la vocación sacerdotal a algunos de sus hijos; por eso su madre, al comienzo del año escolar de 1928, le llevó al colegio salesiano de María Inmaculada, situado en la localidad de General Acha. En este colegio estuvo durante los cursos de los años 1928, 1929 y 1930. El 31 de diciembre de este último año, el Padre superior del mencionado colegio le llevó, con dos aspirantes más, a la localidad de Bernal. De 1931 a 1934, estuvo en el colegio de Bernal para la formación religiosa y sacerdotal, los estudios de latín y del primer año del magisterio normal. En el año 1935, hizo el noviciado en una sección aparte del mismo colegio y en el año 1938 recibió el título de maestro normal, y terminó también los estudios de filosofía. Los tres años siguientes, practicó el magisterio en el colegio Pío IX, en Santa María de los Buenos Aires, como clérigo.
Después, fue trasladado a la ciudad de Córdoba, en donde se dedicó a la formación sacerdotal y a los estudios de Teología, durante los años 1942 a 1945. Este último año, el día 25 de noviembre, en la iglesia del noviciado de la localidad de Bernal, fue ordenado Sacerdote, junto con otros compañeros, por el Obispo salesiano Monseñor Nicolás Esandi. Desde el año 1946 hasta el año 1956, San Rafael María (entonces Padre Andrés Dombrovsky) volvió al colegio Pío IX, encargado de la disciplina general de la sección de los artesanos, que era para internos, en donde se daban clases de cultura general y de formación artesana en los talleres. Desde el año 1957 hasta el año 1975, estuvo en el colegio León XIII, también en Santa María de los Buenos Aires, con la misma ocupación que había tenido en el anterior. En el año 1970, durante su estancia en este último colegio, San Rafael María fue enviado por los superiores a Japón, con la finalidad de adquirir máquinas especiales para la litografía del colegio salesiano de León XIII. Llegó a Tokio el día 19 de noviembre de ese año. Todos los gastos, tanto de viaje, como de estancia en Tokio, los pagó un amigo personal suyo, incluidas las visitas a las ciudades más importantes de Japón. Visitó los talleres donde se hacían esas máquinas. Vivía en un colegio salesiano, en el cual hacía las prácticas de piedad: La Santa Misa, el Rosario, la meditación, etc. Durante este viaje, San Rafael María fue desde Japón a Rusia, para lo cual pasó en avión sobre Siberia, llegando a Moscú el día 11 de diciembre de ese año 1970, en donde estuvo hasta el día 14 del mismo mes. En dicha capital, visitó los lugares más importantes, y pudo celebrar la Santa Misa en el hotel todos los días. También viajó a Tierra Santa, visitando los lugares relacionados con la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. El viaje completo a Japón, Moscú y Tierra Santa duró un mes.
En el año 1975, San Rafael María fue designado al colegio de San Francisco de Sales, en Santa María de los Buenos Aires, como encargado de los cultos de la Iglesia. Estando aquí, tuvo conocimiento de las Apariciones de la Santísima Virgen María en El Palmar de Troya-Sevilla, España, a través de una revista editada periódicamente por un grupo de difusión mariana, gran propagador de las distintas apariciones. Por entonces, había ya en Santa María de los Buenos Aires un buen número de seguidores de El Palmar. Con frecuencia, los componentes de este grupo difusor mariano, se reunían a rezar el Santo Rosario en un lugar público de la ciudad. San Rafael, tuvo pues conocimiento de las visiones y mensajes del entonces Clemente Domínguez y Gómez, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo. Ya en algunos de estos mensajes, se anunciaba la futura elección, de este vidente, como el Vicario de Cristo, sucesor de San Pablo VI. Ya por entonces, el progresismo y la corrupción de costumbres daban los más feroces coletazos en su irrenunciable propósito de demolición de la Santa Madre Iglesia. La relajación de la disciplina eclesiástica había acabado con el buen espíritu de las parroquias y con la observancia de las reglas en los conventos. Las herejías eran propagadas desde los púlpitos. Aquellos Sacerdotes y religiosos, que deseaban mantenerse firmes en la verdadera fe y en la disciplina, eran perseguidos, arrinconados y destituidos de sus puestos. Los Sacerdotes fieles a la Santa Tradición, se veían obligados a celebrar privadamente el Santo Sacrificio de la Misa, pues no aceptaban el «Novus Ordo Missæ» o cena luterana, impuesto despóticamente por los jerarcas romanos. Éste fue, también, el caso de San Rafael María, al ser uno de los pocos Sacerdotes que se mantuvieron fieles a la Santa Tradición; por lo que se vio obligado a hacer frente al progresismo de su misma Orden Salesiana, en la que, desde muy joven, había vivido, se había formado, y a la que amaba intensamente. Él conocía las profecías de San Juan Bosco, fundador de la Orden, referentes a los acontecimientos de los últimos tiempos: La apostasía general de la Iglesia Romana; la continuación, en El Palmar, de la verdadera Iglesia de Cristo; la difícil misión del Vicario de Cristo, al que vio guiando la Nave de Pedro en medio de una gran tempestad y entre dos columnas: La Sagrada Eucaristía y la Santísima Virgen.
En enero del año 1976, San Rafael María decidió ingresar en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Mientras transcurría el año, se comunicó epistolarmente con dicha Orden, dando sus datos personales, y preguntando si existía la posibilidad de su ingreso en ella. En su breve biografía, dice textualmente: «Por pura bondad de Dios, de María Auxiliadora y de Don Bosco, recibí la respuesta afirmativa». El contacto por carta lo tuvo con el entonces Obispo Padre Isidoro María, hoy el Papa San Pedro II Magno, quien respondía a sus cartas por mandato del Fundador de la Orden, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo.
San Rafael María, según se ve en sus notas personales, cuando recibía la respuesta epistolar desde Sevilla, leía la carta en presencia del Santísimo Sacramento y de la Imagen de la Santísima Virgen María de la capilla de su colegio salesiano de Santa María de los Buenos Aires. San Rafael María, en sus notas autobiográficas, refiere con cierto detalle su firme decisión de ingresar en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz; para lo cual, antes de hacerlo quiso primero dejar bien clara esta resolución ante sus superiores de la Congregación Salesiana, dando valiente testimonio a favor de El Palmar. Él lo refirió así: «En enero de 1976, tomé la resolución muy importante y trascendental de dejar la benemérita Congregación Salesiana, fundada por San Juan Bosco, para ingresar en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Para esta finalidad, me presenté, después de haber pensado, rezado y hablado con el Director de la Casa, al Rdmº Padre Inspector; le expuse el deseo de que reuniera al Capítulo de la Casa para comunicarle mi resolución, y así lo hizo. También le pedí que reuniera a su Consejo Inspectorial, lo cual se realizó en el mismo colegio y en la misma sala. Es decir, que yo no desaparecí de la mañana a la noche, sin avisar, sin comunicar primero, sin que supieran anticipadamente mi resolución, a los responsables de mi persona, o sea: El P. Director de la Casa, el Rdmº P. Inspector, el Capítulo de la Casa, el Consejo Inspectorial; pidiéndoles a la vez, con toda insistencia, que esto lo supieran solamente ellos y nadie más, hasta que yo me hubiera ido. Digo esto, para que otros que no estaban al tanto de mi resolución, no dijeran otra cosa; lo cual no se cumplió de parte de alguno o algunos, que dijeron que yo huí sin avisar a nadie, como consta por cartas que recibí; por eso dejo en este escrito precisa y clara constancia de los nombres a quienes he avisado personalmente a tiempo, de mi resolución».
San Rafael María ingresó en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz el día 29 de noviembre de 1976. Él así lo refiere: «El 28 de noviembre de 1976, partía en avión con destino a Sevilla desde Ezeiza (el aeropuerto internacional de Santa María de los Buenos Aires); llegué a Redes 11, cuando la comunidad almorzaba; me dieron sitio en la mesa. Al final de la comida, todos los superiores se acercaron a mi lugar. Recuerdo todavía cerca de quienes me ubicaron. El día 30 de noviembre de 1976, día de mi Santo (Andrés), fui consagrado Obispo con gran emoción por el Excmo. Monseñor Isidoro María, en la capilla (así está expresado en su diario). Desde 1976, lo que Dios, la Virgen y mis legítimos superiores, quieran disponer de mí». Unos días después de que ingresara en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, San Rafael María (antes P. Andrés Dombrovsky), recibió la siguiente resolución tomada por la Congregación Salesiana de Santa María de los Buenos Aires: «El sacerdote Jorge Casanova, Superior Provincial de la Inspectoría Salesiana San Francisco de Sales, de Santa María de los Buenos Aires, con fecha 29 de noviembre de 1976, reunió al Consejo Inspectorial en la Casa sede del Inspector, y con la presencia de sus seis Consejeros, expuso lo siguiente: Que el sacerdote salesiano Andrés Dombrovsky, se había inscrito en el movimiento cismático de El Palmar de Troya (España), hacia donde partió sin permiso y contra su orden explícita en el día de ayer 28 de noviembre de 1976. Por consiguiente los miembros del Consejo Inspectorial declaramos que el sacerdote salesiano profeso perpetuo, Don Andrés Dombrovsky, incurrió en el delito previsto por el canon 646, párrafo 1 nº1, y que de acuerdo con dicho canon, queda dimitido ipso facto de la Congregación Salesiana. En Buenos Aires, a los 29 días del mes de noviembre de 1976». El documento está firmado por Jorge Casanova, los consejeros Lezcano, Grehan, Maldonado, Gutiérrez, Astorga, Estupiñán, y el secretario inspectorial Meroni.
San Rafael María, tras su ingreso en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, asumió pronto la vida de dicha orden, hasta quedar plenamente compenetrado con su espíritu. Esto le fue más fácil, merced a su generosa disposición para servir siempre al Señor y a su Santísima Madre en donde lo dispusieran. Por eso, a pesar de los muchos años que llevaba en su antigua congregación religiosa, con heroica decisión la dejó para ingresar en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, en donde estaba seguro que podía continuar la verdadera vida religiosa a la que fue llamado en su juventud; y sobre todo, que podía continuar dentro de la Verdadera Iglesia, la fundada por Nuestro Señor Jesucristo, hoy la Una, Santa, Católica, Apostólica y Palmariana. San Rafael María sentía gran amor por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, al que respetaba y obedecía con entera fidelidad. Profesó sus votos perpetuos en la Orden el día 24 de octubre de 1979.
Durante varios años, hasta que su salud se lo permitió, San Rafael María ocupó puestos destacados en la Orden Carmelitana de la Santa Faz, a la que llegó a amar intensamente, viviendo entregado a ella sin reserva alguna; se sentía muy feliz dentro de ella. Además, él se ganó pronto el cariño de los demás religiosos. Tenía buen carácter y fuerte temperamento. Aunque con ciertos defectos, inevitables en este mundo, dio gran ejemplo de virtud y de cumplimiento de las Santas Reglas. Vivía entregado enteramente al servicio de la Iglesia y de la Orden. Era persona de mucha oración. Como tenía el privilegio de celebrar muchas Misas, se le veía con frecuencia en el altar, a veces horas, celebrando el Santo Sacrificio de la Misa. Durante las reuniones del Santo, Magno y Dogmático Primer Concilio Palmariano, puso sumo interés en el feliz desarrollo doctrinal del mismo. San Rafael María se mantuvo en incansable actividad hasta que su salud se lo permitió.
A lo largo del año anterior a su muerte, se vio obligado a vivir mayormente en su celda, pues su poca fuerza física no le permitía más. Fue cuidado con sumo cariño por los religiosos, sin que le faltaran diariamente las Santas Misas, celebradas por otro Obispo en su celda, y la Santa Comunión. Desde primeros de julio de 1994, se empeoró tanto el estado de su salud, que todos veían la proximidad de su muerte. Recibió varias veces la Santa Extremaunción. Durante todo el día 12 de julio, su condición fue agónica. Las tres horas que precedieron a su muerte, el Padre Isidoro María, hoy el Papa San Pedro II Magno, y otros religiosos estuvieron junto a su lecho rezando continuamente jaculatorias y otras oraciones. Fueron tres horas de gran sufrimiento para él, dada la alta fiebre y la grave dificultad para respirar. Poco antes de morir, el Papa San Gregorio XVII Magnísimo fue a su celda para darle la Bendición Apostólica. San Rafael María falleció santamente el día 13 de julio de 1994, en el convento de la Casa Papal de Sevilla. Inmediatamente después de morir, el Papa San Gregorio XVII Magnísimo fue de nuevo a la celda para bendecirle. El cadáver fue colocado en la Capilla, en la que se celebraron turnos de Santas Misas hasta su entierro. El día 14 de julio fue enterrado en la Cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada. En el entierro hubo muchos fieles de distintas partes del mundo, que se hallaban ya en El Palmar con motivo de la peregrinación del 16 de julio, Festividad del Carmelo.
Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 12 de octubre de 1994. Declarado Doctor de la Iglesia por el mismo Papa el día 6 de marzo de 1999.
San Sebastián María de la Santa Faz y del Corazón Inmaculado de María
Apóstol Mariano. Obispo. Religioso de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. Doctor. Protector de la Santa Sede Palmariana.
Llamado en el siglo Emilio Jorge Wessolly nació en Gliwice-Silesia, Polonia, el día 22 de diciembre de 1907. Sus padres fueron Valentín Wessolly y Ana Ogrodnik, y él era el sexto hijo de los diez habidos en este matrimonio. Dada la falta de recursos económicos en la familia, ninguno de los hermanos pudo hacer estudios especiales, a excepción de él, que por singular providencia de Dios fue escogido para abrazar el sacerdocio. Hizo sus estudios primarios en la escuela rural de Zerniki cerca de su ciudad natal, pasando después en el año 1921 al colegio de Hindenburg, en donde estuvo dos años, y continuando luego sus estudios durante un año en el colegio de los Franciscanos de Neisse. Y ante la inseguridad de ser admitido para el nuevo curso, resolvió inscribirse como aspirante a las misiones de Brasil, aprovechando la oportunidad de que los padres franciscanos de otra provincia habían abierto un colegio en Bélgica, y buscaban vocaciones. Grandes dificultades y pruebas de todo tipo soportó con paciencia, hasta que por fin fue admitido en ese centro misionero.
Durante año y medio fue preparándose para su futura misión en Brasil; y como él mismo dice en su diario, ante la proximidad del viaje al nuevo continente y con el temor que le infundía esta nueva empresa, se preguntaba a sí mismo: «¿Serás tú capaz de hacer este viaje? ¿Sabes lo que es vivir en una tierra totalmente desconocida?», y sigue él relatando: «Esos y otros pensamientos volaban en mi fantasía; mas, una voz interior me respondía: “Tú no estarás solo. Otros misioneros también alcanzaron lo que tú deseas. La cruz que nos acompaña es nuestra victoria”…» En el año 1927, salió San Sebastián para Brasil desde el puerto alemán de Hamburgo. Ya en Brasil, en Río de Janeiro, permaneció dos días, para después continuar su viaje hacia el sur, y desembarcar en San Francisco, desde donde siguió en tren hasta Río Negro, del Estado de Paraná, Brasil, que era donde se hallaba el colegio misionero de San Luis. Mas veamos lo que dice en su diario: «Nosotros que ahora acabamos de pisar esta inmensa tierra, extensa como toda Europa, si los habitantes vienen a preguntarnos: ¿para qué habéis entrado aquí en Brasil?, yo francamente les contestaría así: Amigos, no llegué para explorar el país, sino para ayudar, para amar a Dios, para conoceros a vosotros, para amar a Cristo, para obedecer a la Santa Madre Iglesia y al Papa, para salvar almas en esta tierra y mi propia alma». San Sebastián María hizo su noviciado franciscano en Rodeio-Santa Catarina; estudió filosofía en Curitiba, Estado de Paraná; e hizo sus cursos de Teología en Petrópolis-Río de Janeiro, en donde fue ordenado Sacerdote el día 21 de diciembre de 1933.
A raíz de su ordenación, llevó a cabo una intensa labor misionera por distintos puntos de Brasil, durante más de cuarenta años, hasta que abandonó la Orden Franciscana a causa del progresismo demoledor, que llevó a la Iglesia Romana a la apostasía. Pues él, orientado por los mensajes de las Apariciones de El Palmar de Troya-Sevilla, España, ya que él tenía contacto con personas seguidoras de El Palmar, tuvo suficiente luz para reconocer la verdad y la trascendencia de los misterios encerrados en este Sagrado Lugar. Y en uno de sus viajes a Alemania y a Suiza, para visitar a su familia, tomó contacto personal con algunos devotos palmarianos, los cuales le ayudaron a que diera el paso definitivo, que fue el de ingresar en la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, llegando para ello a la Casa General de la Orden en Sevilla, España, el día 9 de septiembre de 1977. El día 24 del mismo mes y año, fue consagrado Obispo por el entonces Padre Fernando, hoy el Papa San Gregorio XVII Magnísimo, quien poco después le envió de misionero al norte de España, en donde estuvo unos meses, quedando después definitivamente en Sevilla. San Sebastián María hizo los votos perpetuos el día 24 de octubre de 1979.
Desde el convento siguió realizando una gran labor de propagación de El Palmar, a través de continuas comunicaciones epistolares con personas de varias naciones, en especial de lengua alemana y portuguesa. Todas sus cartas, repletas de exquisita espiritualidad, son un vivo testimonio en defensa de la verdadera Iglesia, la Palmariana, así como del entonces Vicario de Cristo, el Papa San Gregorio XVII Magnísimo; y, además, son una insistente llamada a los fieles palmarianos para que perseveren firmes en la fe; y a los no fieles, para que recapaciten y abracen El Palmar, único camino de salvación. Realizó una importantísima labor de difusión de los documentos palmarianos, pues contribuyó eficazmente en la traducción de los mismos al alemán y al portugués. San Sebastián María manifestó siempre una singular estima a la gracia de la vocación religiosa, perla de incalculable valor.
Se esforzaba en observar con suma perfección las Santas Reglas, y, además, con esmerado celo y tesón, procuraba mantenerse lejos de todo aquello que pudiese entibiar el fervor de su espíritu. Y como él poseía privilegiadas cualidades de confesor y de director espiritual, era muy solicitado en el Sacramento de la Penitencia, en el que sabía combinar la dulzura y la comprensión con la santa intransigencia. Todo ello era fruto de su continuo e íntimo trato con Dios; no sólo mediante la celebración diaria de muchas Misas, sino también por la práctica de otras oraciones, como el Santo Rosario Penitencial, el Santo Viacrucis, así como su frecuente visita al Sagrario, en donde solía permanecer largo tiempo. Sería interminable continuar hablando de las grandes virtudes de este santo Obispo Palmariano, gran lumbrera de la Iglesia y baluarte de la fe. San Sebastián María falleció santamente, a la edad de setenta y ocho años, en la Casa General de los frailes en Sevilla, el martes 29 de abril de 1986, tras una breve enfermedad y una agonía llena de paz y de dulzura. Fue enterrado en el cementerio de San Fernando en Sevilla, España, al día siguiente, y trasladado a la cripta de la Basílica Catedralicia de Nuestra Madre del Palmar Coronada el día 30 de junio de 1989. Canonizado por el Papa San Gregorio XVII Magnísimo el día 2 de marzo de 1987. Declarado Doctor de la Iglesia por el mismo Papa el día 19 de enero del 2000.